Editorial
Bienvenidos a la edición plastificada del 12 de abril
Hola, acá Hernán en un domingo que parece martes o feriado, que parece lunes de ceniza, y que también parece esos sábados que anteceden a las elecciones. Estamos en un tiempo en donde ya no sabemos qué hora es ni nos importa, pero a veces, una vez cada tantos días, llega la actualización de Orsai y sabemos que, al menos, unos cuentos nos van a distraer de la lenta pesadilla de estar suspendidos.
Me gusta empezar con un cuento de ficción atravesado por el tema que nos marca la época. Lo escribe y lo relata Mariano Feijoo. La trama es así. Beatriz y Néstor trabajan en la misma empresa, tienen sesenta y siete años y ambos están solos. Pero son tan diferentes entre sí que es imposible que terminen juntos. Salvo que un día abran los ojos y el mundo que conocían haya cambiado por una pandemia. El cuento se llama A la soledad, COVID-19 y no se lo pueden perder.
Otro cuento: para romper con su novio, la protagonista inventa una pequeña mentira sin mucho sentido. Es una mentira simple y poco arriesgada. Pero el problema es que ella no está acostumbrada a mentir, y entonces la cosa se complica. Camila Maurer debuta en Orsai con este relato que se llama La mentira de los orangutanes y explora los riesgos de la farsa y del simulacro.
Como ven, esta semana nos decantamos por la literatura, porque me parece que es lo que necesitamos, un poco de evasión. Lo que viene es la diatriba de un esposo malherido. Él quiere que ella vuelva a sus brazos y se despecha con un discurso suplicante, sin darse cuenta que, mientras habla, se muestra tal como es. El texto se llama María Claudia y es un monólogo pasional escrito por Rosario Varela y leído por mi cuñado, el Negro Sánchez.
En la siguiente aventura de Camila González, tres chicas drogadas manejan por una ruta de la Patagonia y disfrutan de la libertad, de la distorsión y del anacronismo. Es decir, de la droga. Mientras tanto, dos chilenas y un uruguayo —que hacían dedo y fueron levantados— tratan de ver cómo hacen para bajarse del auto. El cuento se llama Una vida sin esfuerzos y deberían escucharlo con el cerebro en posición de alegría.
Y cerramos con un cuento mío, en donde mi madre Chichita y mi hija Nina me ayudan con los parlamentos. Mi madre hace de mi madre, pero mi hija imita la voz de mi exmujer, es decir, de su madre. Para peor, la historia se llama La madre de todas las desgracias y ya son demasiadas las veces en que la palabra madre aparece en un párrafo, la puta madre.
Amigos y amigas, bienvenidos a una nueva semana de Revista Orsai. A una nueva semana de encierro y dudas. No decaigamos, mantengámonos alertas al pedo, como un conscripto al que mandan a hacer imaginarias a las seis de la mañana. No hay ninguna razón para hacerlo, pero es mejor eso que morir de aburrimiento.
Cuídense.