El fondo del mar
La Sirenita, muerta. GETTY.

Relato de ficción

Audio RevistaOrsai.com El fondo del mar

En Orsai quisimos saber qué pasa cuando un escritor uruguayo y un ilustrador argentino se ponen de acuerdo para coquetear con la teletransportación. La respuesta: un delirio. Esta es la segunda entrega de un experimento que tiene a Nacho Alcuri en el papel del uruguayo que escribe y a Gustavo Sala como el argentino que ilustra.

NACHO: Carísimo me salió el viaje. Yo pensé que íbamos a ir a la costa, pero vos quisiste venir acá, ¡al medio del Océano Atlántico!

GUSTAVO: Es que mi sueño es conocer a Ariel.

NACHO: ¡El mío también! Ariel «el Burrito» Ortega. Aunque no me imagino qué puede estar haciendo en el fondo del mar. Disculpe, señor pez… ¿vio al Burrito Ortega por acá? Pucha, no me contesta.

GUSTAVO: No seas tarado… ¿Cómo va a haber un burro en el fondo del mar? ¡Se cagaría ahogando! Me refiero a Ariel, la Sirenita. La mujer pescado, la diosa con escamas, la…

NACHO: La pelirroja del sutién de conchas. De conchas marinas, Gustavo. Te estoy leyendo la mente podrida que tenés.

GUSTAVO: ¡Mente podrida las pelotas! Podrida solo tengo la columna vertebral, el estómago, los pulmones y el culo. ¡La mente la tengo impecable!

NACHO: Sin embargo, seguís con tu obsesión de conseguir los autógrafos de todas las princesas de Disney. ¿Cuántos llevás?

GUSTAVO: Sí, es lo que me mantiene vivo. Ya tengo los de Rapunzel, Blancanieves, Frozen, Cenicienta y la Bella Durmiente, que no se entiende una mierda porque me lo firmó dormida.

NACHO: Tranquilo, que vamos a conseguir tu objetivo. Solamente necesitamos encontrar el camino a la ciudad perdida de la Atlántida. Claro que llamarse «la ciudad perdida» no da muchas esperanzas de cruzarnos con… ¡Ahí está!

GUSTAVO: Uh, esta toda abandonada. En los cuentos infantiles parecía mucho más lujosa.

NACHO: Claramente la crisis neoliberal llegó hasta acá, mirá: un cartel de «Tritón, devolvé los que te robaste». Otro de «Ariel cómplice de la quiebra del banco central de Atlántida». Estuvo jodida la cosa.

GUSTAVO: ¿Seguirá viviendo acá la Sirenita? ¡Es el único autógrafo de princesa de Disney que me falta! ¡¡Ariel!! ¡¡Arieeel!! ¿Estás por acá? Es un autógrafo nada mas, son dos minutos y nos vamos.

NACHO: Es increíble lo bien que se te escucha gritar abajo del agua, pensar que en las películas nunca se les entiende nada. Igual, al pedo que grites porque no te va a contestar. Mirá, ahí está el cadáver de Ariel.

GUSTAVO: ¡Imposible! los personajes de ficción no mueren nunca, son inmortales, viven en nuestros corazones para siempre. ¡Ese cuerpo de señora mayor pelirroja con estrellas de mar en los pezones y cola de pescado no tiene nada que ver con la Sirenita!

NACHO: Es que la película de Disney está ambientada en el pasado. Mirala, ni siquiera murió por las manifestaciones antiglobalización. Murió de causas naturales. Por la pinta, tenía 300 años.

GUSTAVO: Ya que estamos, podemos aprovechar, le cortamos un pedazo y la hacemos a la parrilla. Yo traje un tupper por las dudas. Ojo, digo cortar un pedazo de la parte de pescado, ¿eh? Si no sería canibalismo, y a mí la carne humana me cae para el orto.

NACHO: A mí no tanto porque soy uruguayo, nos crían con carne de rugbier. Pero sí, dale. Por suerte no salgo de casa sin mi cuchillo para carnear la parte de pescado de las sirenas. ¿Así te parece bien o un poco más?

GUSTAVO: Perfecto. Esto con papas fritas sale como trompada.

NACHO: Lo difícil es prender un fuego abajo del agua. Porque estamos abajo del agua, digo por si no lo recordás debido a la falta de efectos de sonido. En fin, ¿si la comemos cruda, tipo sushi?

GUSTAVO: Tenés razón. Toda la comida debería comerse cruda. Matar una vaca para luego comerla me parece una salvajada, es mejor comerla viva derecho y ahorrarle el sufrimiento.

NACHO: Una vaca, ponele. Pero andá a comer un antílope o un guepardo. Al primer mordiscón salen corriendo y andá a agarrarlos.

GUSTAVO: Che, ¿te diste cuenta? Estamos yendo cada vez más profundo. Está empezando a desaparecer la luz, apenas puedo verte.

NACHO ¿Decís por la profundidad de nuestra conversación? Hablemos de pedos y es como prender una lamparita de 100 watt.

GUSTAVO: Los que prenden sus propias luces son los peces abisales, esos pescados horribles que, como viven en la oscuridad total, desarrollaron órganos luminosos. Algunos hasta tienen wifi propio y microcine.

NACHO: No te puedo creer. Sos una enciclopedia ambulante. Una Wikipedia parlante. Una ortopedia horripilante. Ya que sabés tanto, ¿sabrías cómo salir de acá?

GUSTAVO: Sí, ahogándonos. Viste que los guardavidas siempre sacan gente que se ahoga en el mar…

NACHO: Es una idea terrible. ¿Y si nos morimos? ¿Y si abro los ojos y San Pedro me está haciendo respiración boca a boca? No estoy preparado para morir, Gustavo. ¡No estoy preparado para morir!

GUSTAVO: ¡Eh, que exagerado! ¡No hagas tanto escándalo! Morirse es muy fácil, no hay que tener ningún talento especial ni hacer ningún curso previo. ¡Y encima es gratis! Y lo mejor es que una vez muerto no pagas más impuestos, no tener que levantarte temprano para ir a laburar… ¡Dale, morite!

NACHO: Bueno, ahora que lo decís así, me convenciste. ¿Qué tengo que hacer? ¿Alcanza con dejar de respirar? Porque no estoy respirando desde que bajamos al fondo del mar y todavía no me muero.

GUSTAVO: Lo que pasa es que no somos nosotros; somos nuestros personajes. Los verdaderos nosotros estamos sentados en nuestras computadoras, tipeando esta conversación. ¿Entendés la diferencia o es muy metalingüístico?

NACHO: Es muy meta-decir-pavadas. Porque en este momento no solamente estamos sentados tipeando esta conversación, sino que estamos parados grabando la conversación que antes tipeamos. ¿Ves? Lo lograste. Me voy a morir, pero del mareo.

GUSTAVO: Decís mareo por el mar, ¿no? El  mar en el que no estamos, pero en el que fingimos estar. ¿Nosotros seremos nosotros o seremos los personajes de otros que están tipeando lo que hacemos y pensamos?

NACHO: Tomá. Tomá un poco de sushi a ver si se bajás al filósofo que te comiste hace un rato. A mí no me gusta comer filósofo, hacen poco ejercicio entonces tienen poca carnecita.

GUSTAVO: Me comí un filósofo. Pero un filósofo sirena. Y me comí el pito, que estaba en la parte de pescado, porque ya te dije que la carne humana no es lo mío.

NACHO: Sé que me voy a arrepentir, pero ¿me dirías qué forma tenía?

GUSTAVO: De esvástica, era un filósofo sirena y antisemita, pero sabrosísimo.

NACHO: Me arrepentí. En fin. Ya decidí que no me quiero morir, así que nademos hacia la superficie. Es fácil: siempre para arriba.

GUSTAVO: Siempre tan superficial vos.

NACHO: Ahí está. Pero… ¡no puedo creer lo que estoy viendo! ¡Es imposible! ¡Y no me da el tiempo de explicarlo hasta el capítulo siguiente!

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