Un viaje al interior de Roberto Gómez Bolaños
Funeral de Roberto Gómez Bolaños. EL UNIVERSAL.

Relato de ficción

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¿Qué pasa cuando un escritor uruguayo y un ilustrador argentino se ponen de acuerdo para coquetear con la teletransportación? Un delirio. Esta es la primera entrega de un experimento que tiene a Nacho Alcuri en el papel del uruguayo que escribe y a Gustavo Sala como el argentino que ilustra.

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NACHO: Está bastante oscuro acá adentro de Roberto Gómez Bolaños. Gustavo… ¡Gustavo, este tipo está muerto! ¡Hiciste que nos teletransportara a las entrañas de un cadáver! ¡Estamos en un sarcófago varios metros bajo tierra!

GUSTAVO: ¡No sabía que estaba muerto! Esto es un asco, venir a caer justo en el interior del culo. ¿Por qué no vamos al cerebro? Ahí le podemos robar alguna idea que le quedó guardada y que nunca usó.

NACHO: Bueno, dale, es por ahí. Tené cuidado con los gusanos, que parece que ya se están comiendo lo poco que quedaba. De paso contame de tu vida. ¿Tus cosas bien?

GUSTAVO: ¿Te referís a mis hijas? Sí, impecables. La mayor, de 50, puso una fábrica de ruleros. Y la menor, la de 4, puso una fábrica de rulos. Uy, che, mirá lo que dice esa carpeta toda podrida, ahí, al lado del lóbulo raquídeo: «Ideas nunca usadas en el Chavo por ser demasiado atrevidas para la pacata y conservadora televisión mexicana».

NACHO: Vamos a ver si de una vez por todas encontramos esa idea que nos dé fama y fortuna. Estoy harto de ser pobre y tener hambre. Me siento mareado del hambre… aunque ahora que lo pienso puede ser porque estamos girando alrededor del sol. Vas a tener que leer vos. ¿Qué dice? ¡Qué dice!

GUSTAVO: Esperá que me pongo los lentes de leer ideas inéditas de muertos. Ahí está, a ver… Idea uno: «El Señor Barriga, de 190 kilos, se somete a una operación de cinturón gástrico y queda convertido en un alfeñique de 45 kilos. Con su nueva figura, se presenta en la casa de Don Ramón para cobrarle la renta pero este, cansado de su aspecto esquelético, se había sometido a una dieta para engordar con la que ganó 150 kilos y quedó convertido en una ballena de grasa y piel colgando. Cuando el Señor Barriga toca la puerta de Don Ramón, ninguno de los dos se reconoce, pero sus miradas brillan y empiezan a besarse. Quico, que pasaba por ahí, se excita viendo a las criaturas comerse la boca y sufre un paro cardíaco. El corazón se le sale por la boca y se mete en el cuerpo del profesor Jirafales, que cuando es visto por Doña Florinda, esta se enamora de él. O sea que, sin saberlo, se enamora de su hijo».

NACHO: Me gusta, aunque es un poco arriesgada. El humor de Chespirito era más blanco. Pero de pronto se la podemos llevar a Netflix, que compran cualquier cosa. El otro día estaba acompañando a mi abuela a cobrar su jubilación y pasamos por la puerta de Netflix, que está ahí cerca de la plaza Líber Seregni. Y había un tipo de traje en la puerta. Bien peinado, impecable. Se acerca y me dice: «¿Cuánto por tu abuela?» Le digo: «Ni en pedo, esta vieja es mía». Me dice: «100 mil dólares». Y qué te cuento que el viernes que viene se estrena la primera temporada de mi abuela en Netflix. Van a ser 15 episodios.

GUSTAVO: ¿Y con la plata te compraste una abuela nueva o te la gastaste en otra cosa?

NACHO: Me compré un televisor. Para ver Netflix. Con 100 mil dólares compré uno de 100 mil pulgadas. De cerca no se nota, pero cuando estuvimos en la Luna se veía clarito.

GUSTAVO: A mí las cosas tan grandes me asustan. Mi abuela, que tiene 200 años, me asusta muchísimo. Sobre todo porque murió hace 110, pero yo la quiero tanto que duermo con ella todas las noches. Aunque no es lo mismo, obvio.

NACHO: ¡Uh! ¡Me hiciste acordar de que hoy duermo con mi tío! Tranquilo, que no corro peligro. Trabajaba en una fundición y se quedó sin brazos.

GUSTAVO: Los que no tienen brazos son los peces, que desarrollaron una tecnología increíble llamada «aletas». Yo siempre quise ser un pez, como Juan Luis Guerra y Aquaman.

NACHO: ¿Decís que podemos continuar nuestras aventuras en el fondo del mar? Me quedé sin poderes de teletransportación, pero acabo de pedir un Uber.

GUSTAVO: ¿Un Uber? Esas son las tetas de la vaca, ¿no?

NACHO: ¡No, boludo! Esas se llaman taxi, porque están coloreadas de amarillo y negro. ¿Qué aprendiste en la escuela?

GUSTAVO: En la escuela aprendí a hacer bombas caseras, a hacer cocaína artesanal y a esconder limas en tortas para sacar a familiares de la cárcel.

NACHO: Qué loco, siempre quise hacer una torta con una lima adentro, pero en casa no había polvo de hornear, así que quedaban chatitas y la lima salía por el costado. No podía engañar a nadie.

GUSTAVO: Yo hace poco engañé a internet.

NACHO: ¡Eso es imposible! ¿Qué hiciste?

GUSTAVO: Quise usar el wifi de un bar, pero me pedían nombre, dirección de mail y teléfono.

NACHO: Querían tus datos para matarte con spam de viagra y vacaciones por 15 capitales europeas en 8 días.

GUSTAVO: Y se me ocurrió una idea genial: puse un nombre falso, una dirección de mail falsa y un teléfono falso.

NACHO: ¿Y qué nombre inventaste?

GUSTAVO: Ignacio Alcuri, fue lo primero que se me vino a la mente.

NACHO: ¡Hijo de puta! Por eso es que me llenaron la casilla de correo basura. Agradecé que ahí llegó el Uber para llevarnos al mar. Subite adelante, por si nos ve algún tachero.

GUSTAVO: ¡Vamos! Se me hace agua la boca. Agua salada.

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