¡Qué alivio que algunas mujeres digan lo que no puedo decir!
Manifestación de mujeres. Nacho Yuchark para lavaca.org

Crónica introspectiva

Audio RevistaOrsai.com ¡Qué alivio que algunas mujeres digan lo que no puedo decir!

A todos nos causa gracia las cosas que les prohibían a nuestros abuelos: vestir pantalones largos, contestarle a un adulto o divorciarse. Lo mismo le ocurrirá a nuestros hijos cuando les digamos que hubo un tiempo en que un hombre y una mujer no era lo mismo.

A los cuatro años mi abuela me enseñó a jugar al Chinchón. A los nueve ya era un experto, y a los catorce (que yo me acuerde) ya nadie me podía ganar. Era una luz. A las dos manos yo ya sabía qué cartas tenían los otros, y jugaba en consecuencia. A los treinta me fui a vivir a España.

Yo creía que España era la cuna del juego de Chinchón. Y la primera vez que los españoles sacaron cartas, les ofrecí jugar por plata, para esquilmarlos. Y ellos me dijeron que no conocían ese juego de baraja. Cuando les expliqué las reglas, me dijeron:

—Ah, tío, tú dices el Remigio.

Y me explicaron el Remigio. Era exactamente igual que el Chinchón, pero en lugar de siete cartas te dan diez. Y no se juega con un mazo, sino con dos. Y cuando alguien baja no te podés descartar. 

Todo lo demás, es idéntico.

Y yo dije, para mis adentros: «¡Es lo mismo! Juguemos por plata, los voy a liquidar».

Y empezamos a jugar, y yo era el más estúpido del mundo jugando al Remigio. Me ganaban incluso nenes de nueve años. Es espantoso conocer las reglas de algo y que te cambien un poco el contexto.

Se parece mucho a lo que nos pasa a los varones que crecimos en el siglo veinte. Entendemos casi todo del siglo veintiuno, porque es casi lo mismo, pero cambiaron dos o tres reglas de juego y ya no podemos ganar siempre.

Cuando yo me enojaba, en España, les decía que el Remigio era una mierda, que el Chinchón era mucho más dinámico, siete cartas, descarte, menos diez, pum pam pim. Y ellos me miraban, y yo creo que sabían lo que me pasaba. «Este tío no está acostumbrado a perder». Eso pensaban.

Un día alguien me dijo que no debía enfadarme, ni proponer Chinchón… que debía ver varias partidas de Remigio en silencio, y comenzar a aprender las nuevas reglas.

Y eso se parece mucho a lo que me dice a veces mi hija adolescente, o mi mujer: «Calláte un rato, escuchá un poco lo que decimos nosotras, aprendé». 

Y yo hice eso para entender las reglas del Remigio. Y también intento hacer eso hoy, para entender las nuevas reglas. 

Las primeras partidas de Remigio son muy complicadas cuando estás acostumbrado al Chinchón. Cometés errores vergonzosos, no sabés nunca quién es mano, te resulta rarísimo todo, incluso cuando tenés buen juego. Casi nunca podés cortar.

Pero me acuerdo que ellos me enseñaron algunos trucos, me esperaron cuando no entendía y me dejaron jugar en sus mesas.

Otros no. Otros jugadores de Remigio, incluso cuando yo intentaba aprender e integrarme, me expulsaban de la mesa. Me confundían con un tramposo. «Este aquí no juega, porque ha sido experto en Chinchón».

Era horrible, cuando me confundían con un tramposo. Cuando no me dejaban jugar.


Me acordé de todo esto el martes pasado, cuando supe que habían cancelado un espectáculo del músico Zambayonny en Córdoba. Resulta que un grupo de activistas del feminismo cordobés presionó a los dueños de la sala, vía Facebook. «¡Cómo puede ser posible que dejen tocar a este machista que compuso canciones denigrantes!». Los dueños de la sala consultaron a Zambayonny, y el músico dijo: «Sí, es verdad, tengo un disco de hace quince años, de humor muy polémico hoy en día, pero yo no hago esas canciones desde hace muchísimo». A las activistas no les importó, amenazaron con hacer un escrache durante el show y los dueños de la sala, con una cobardía que se entiende pero que es detestable, cancelaron al músico.

Después de haber escuchado y leído cada uno de los mensajes en referencia a la presentación de Zambayonny prevista para…

Posted by Espacio 75 Córdoba on Tuesday, September 17, 2019

Me acordé mucho del Chinchón y del Remigio en estos días. De lo complicado que resulta, a veces, cuando te cambian algunas reglas de juego y vos eras experto en el juego anterior. Hay que aprender a jugar, hay que aprender a perder, y hay que hacer silencio… muchas veces. 

Hoy Clarín tituló así: «Levantan un show de Zambayonny por machista y lo defienden incluso las feministas»

Qué bueno que haya pasado eso. Agradezco mucho que esta semana un montón de mujeres muy activas en la defensa a la igualdad hayan puesto orden en el asunto. Florencia Etcheves, Tamara Tenembaum, Flor Alcaraz…

Dijo Tamara:

Eso le dijo una feminista sensata a cuatro o cinco barrabravas sin cerebro.

Estamos en un tiempo en que solamente las mujeres pueden dar este debate públicamente. Imagínense a un varón diciendo esto que dijo Tamara.

Agradezco entonces que ellas puedan levantarse y decir: «Che, dejen jugar, está aprendiendo a jugar al Remigio, pero no es un tramposo».

Zambayonny consiguió en dos minutos otro lugar para tocar mañana en Córdoba. Y seguramente irá el triple de gente, y es probable que esa noche, mientras él esté cantando, consigamos dar una vuelta de página como sociedad.

Estamos todos sentados a una mesa, poniéndole reglas a un juego hermoso que vamos a jugar toda la vida. Echemos de la mesa a los tramposos, nunca  a los que quieren jugar.