Folletín
«El gran surubí» — Episodio 6
Episodio final del folletín en sesenta sonetos de Pedro Mairal, ilustrado por Jorge González. La clave: la Virgen de Itatí tiene doce años, quizás trece.
Esta es la sexta y última entrega de una novela gráfica en sesenta sonetos, exclusiva para la revista Orsai. Pedro Mairal imagina una Argentina en la peor de sus crisis. El país se quedó sin carne y escasea la comida. En medio del caos, el Ejército recluta a los varones mayores de edad. Los saca de sus casas y de los bares. Los arrastra a empujones, los uniforma y los obliga a pescar para abastecer a la población.
«El gran surubí» está escrito en seis episodios de diez sonetos cada uno, ilustrados por Jorge González.
EPISODIO SEXTO
I.
estás muerto una voz me preguntaba
señor vos estás muerto repetía
yo escuchaba nomás y no veía
y después vi una luz que me cegaba
vi monedas de sol entre las hojas
y una silueta cerca muy presente
yo estaba como lejos como ausente
y ella armada de mariposas rojas
quizás le pedí agua no me acuerdo
pero al rato cayó en un borbotón
agua fresca en mi sed y el corazón
me renació despacio ronco y lerdo
quién sos le preguntó mi voz cansada
soy itatí me dijo iluminada
II.
toda la luz del monte eran sus ojos
tendría doce años quizá trece
era capaz de hacer que el diablo rece
me sacó las espinas los abrojos
me trajo tortas fritas muy sabrosas
me preguntó por qué yo estaba triste
no le digas a nadie que me viste
por qué te siguen tantas mariposas?
la niña se reía y la mañana
temblaba entre las ramas de alegría
por qué tenés un parche me decía
es una herida vieja que no sana
parecés un pirata y un mendigo
un día te querés casar conmigo?
III.
ni loca sos muy viejo y sos muy feo
como una aparición se presentaba
temprano por el monte y me retaba
la rompe corazones del recreo
te lo comiste todo no te rasques
tenés las manos sucias sos un chancho
de qué rincón del aire de qué rancho
salía la gurisa de velázquez
porque así se llamaba me contó
del padre domador ya fallecido
de un tío borrachín sumado al nido
de un hermano que está en guayquiraró
me trajo fosforitos agua sal
polenta y unos choclos del maizal
IV.
y así fue que la niña custodiada
por mariposas rojas me salvó
y unos días después se despidió
medio triste quizás y algo enojada
me voy a gualeguay con mi mamá
porque acá en puerto ruiz ya no hay trabajo
aleteó las pestañas para abajo
se espantó como un pájaro biguá
perdiéndose en los árboles gritaba
adiós pirata feo y yo decía
adiós gurisa hermosa y me moría
y el monte una vez más se silenciaba
quise trasparentarme y olvidar
y solamente pude caminar
V.
traté de no pasar entre las casas
fui buscando el camino y lo encontré
un ripio polvoriento me mandé
y llegué a una rotonda y unas plazas
rumbié hacia gualeguay que en el cartel
figuraba a distancia caminable
pasé frente una wisquería bailable
frente a una gomería y un hotel
y por ahí se me dio por fantasear
con una vida nueva en esa zona
ser otro quizá ser una persona
que atiende un kiosco grande y sabe estar
saludando a la gente entre los mates
vendiendo cigarrillos chocolates
VI.
así me entusiasmé con cada paso
imaginando allí mi vida nueva
conseguir un lugar que no se llueva
que me ampare del frío y el solazo
le puse mi esperanza al dedo gordo
me levantó un pelado en camioneta
mi sueño quedó echado en la cuneta
me preguntaba cosas me hice el sordo
era un gendarme viejo de civil
me bajé lo más rápido que pude
pero el sol se tapó con una nube
llegaron dos gendarmes con fusil
adónde va quién es quédese quieto
conteste la pregunta más respeto
VII.
el mameluco roto y esa facha
de forajido croto me vendió
puta que lo recontramil parió
enmudecí con la cabeza gacha
mejor no contestarles ni mirarlos
mejor no decir nada más sencillo
me hallaron los anzuelos y el cuchillo
me llevaron ante el capanga carlos
un comisario blanco que fumaba
despacio preguntaba articulado
después largando el humo de costado
aguantando el silencio me miraba
me sacaron con flash algunas fotos
y en un patio quedé junto a unas motos
VIII.
en seguida saltó la información
así que un desertor y un asesino
mirá que pinturita que nos vino
dijo carlos cerrándome el portón
me metieron dentro de un calabozo
sin baño con un balde y camas rotas
y almanaques de monstruas en pelotas
tenía un olor inmundo como un pozo
más tarde se creyeron que iba a hablar
contanos todo el cuento del principio
desde el río hasta el dedo por el ripio
yo no hablaba y me entraron a pegar
esa noche en el muro junto a mí
dibujé con mi sangre un surubí
IX.
parece que mi escape permitió
que me echaran la culpa de las muertes
que yo capitaneaba a los más fuertes
que yo fui el satanás que los asó
y un poco eso era cierto porque al sapo
lo pinchamos de a varios y yo estuve
y es verdad que en la playa me entretuve
y asándolos me quise hacer el capo
pero fue colectiva la matanza
difícil señalar quién fue el primero
quién era el más loquito del loquero
un mes estuve así sin esperanza
y un día me vinieron a avisar
que mañana me iban a ejecutar
X.
así que no dormí porque en secreto
se mezclaron el miedo y la alegría
de fugarme del mundo con el día
vinieron de uniforme muy coqueto
dos tipitos de azul que me llevaron
más allá de los muelles hasta un bajo
donde uno largó un escupitajo
y dijo acá está bien y allí me ataron
a un árbol por la espalda y me apuntó
uno solo y el otro dijo dale
el corazón por poco se me sale
la patada del fuego me dobló
vi tu cara vi todo lo que amé
y en la luz de los sauces me escapé
Así concluye la última entrega de «El gran surubí», una novela en sesenta sonetos de Pedro Mairal, exclusiva para la revista Orsai, que presentamos en episodios semanales.
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