«El gran surubí» — Episodio 4
Portada de «El gran surubí», episodio 4. J. GONZÁLEZ

Folletín

Audio RevistaOrsai.com «El gran surubí» — Episodio 4

Mezcla rara de martinfierro y mobydick, en la obra de Pedro Mairal (sonetos) y Jorge González (dibujos) aparece por primera vez el bicho en todo su viscosísimo esplendor.

Esta es la cuarta de una novela gráfica en sesenta sonetos, exclusiva para la revista Orsai. Pedro Mairal imagina una Argentina en la peor de sus crisis. El país se quedó sin carne y escasea la comida. En medio del caos, el Ejército recluta a los varones mayores de edad. Los saca de sus casas y de los bares. Los arrastra a empujones, los uniforma y los obliga a pescar para abastecer a la población.

«El gran surubí» está escrito en seis episodios de diez sonetos cada uno, ilustrados por Jorge González. A continuación el cuarto capítulo.

EPISODIO CUARTO

I.

tenía un cuchillito bien filoso
que me había servido en la cocina
de acero brasilero tramontina
no lo prestaba nunca receloso
lo llevaba conmigo en las verijas
metido en una vaina encanutado
despierto lo palpaba desconfiado
dormido lo escondía en las cobijas
me hizo falta en los días que vivimos
cuando se alborotó la paisanada
la flota empezó a ser interrogada
y a los preguntadores les dijimos
que ballester y el otro eran amantes
que habían desertado dos días antes

II.

la mentira prendió por un ratito
disimulamos bien en el trabajo
una noche un vigía me dio un tajo
porque no contesté cuando dio el grito
quién anda quién va a andar soy yo boludo
me pegó con la punta del machete
en la ceja y el pómulo de ojete
no me sacó hasta el cuero cabelludo
de caliente nomás yo lo tajié
apenas y sangró en el antebrazo
me reportó se desató el ocaso
sangrando detenidos y de pie
dejé de ser un nadie y uno más
usted cómo se llama ramón paz

III.

así quedé marcado en una flota
que estaba sospechada muy mal combo
encima duplicaron el quilombo
pidiendo que nos paguen una cuota
que nos lleven a tierra una semana
que nos dejen hablar con familiares
anotaron todos los malestares
y dijeron que pronto que mañana
y seguimos saliendo con los botes
el nuestro iba encarnado con el cráneo
del capitán comido y el engaño
trajo furia de viento y camalotes
encontraron botellas la parrilla
y los huesos humanos en la orilla

IV.

no se podía casi navegar
por el camalotal que trajo el río
como una sopa verde un desafío
para hundir el motor y maniobrar
se enredaba a los remos una angustia
infinita lodosa rebosante
una vegetación putriflotante
cansadora pesada medio mustia
sobre el prado ondulante nos movimos
arrastrando el anzuelo por debajo
y otro gomón fatídico nos trajo
la noticia y entonces debatimos
había que entregarse o te agarraban
tras un juicio sumario y te mataban

V.

estábamos en eso discutiendo
cuando el tirón por poco nos da vuelta
con fuerza violentísima resuelta
nos arrastró kilómetros huyendo
hundía tres tambores como nada
y hasta cuatro de a ratos era enorme
una bestia furiosa disconforme
sorprendida ciclónica asustada
vimos una gran piedra resbalosa
que se asomó adelante como islote
pero era el surubí saliendo a flote
su lomo de ballena pantanosa
el barco se acercó para engancharlo
había que pelear hasta cansarlo

VI.

el barco nos seguía y ya los vimos
tres gendarmes armados en cubierta
y como quien renace o quien despierta
les dije miren donde nos metimos
nos vamos a entregar les pregunté
y los cuatro del bote se callaron
y dijeron que sí ni se miraron
pero yo en mi silencio me negué
había en una bolsa unas galletas
y líneas de pescar bagres chiquitos
la miré entre la nube de mosquitos
y otra vez divisé las metralletas
pensé en tirarme al agua y a la mierda
del barco nos tiraron una cuerda

VII.

ya la tarde se iba poniendo oscura
lo importante en el barco era la presa
que giraran las ruedas de la empresa
que crecieran las líneas de la usura
en cuanto sujetaran el pescado
al gancho principal con la cadena
ahí comenzaría nuestra pena
el tiempo tras las rejas computado
miré el espacio rojo atardecido
y temí la tenaza del encierro
los barrotes jurídicos de hierro
no valía la pena haber nacido
amarramos la cuerda con la línea
yo lloraba por dentro como niña

VIII.

por qué aceptar tan fácil que acabara
la vasta vida nueva bajo el cielo
y por qué someternos al flagelo
de la justicia fría con su vara
el surubí peleaba por zafarse
pegaba coletazos de rompiente
se ondulaba con olas de serpiente
titánico luchaba por soltarse
una vez que quedara casi quieto
le iban abrir en dos el vientre blanco
del ano a las agallas de potranco
lo iban a eviscerar así sujeto
un animal totémico sin culpa
convertido en pedazos de su pulpa

IX.

cuando vi los tambores acercarse
me sujeté la bolsa a la cintura
ya la tarde era noche casi oscura
era cuestión de hacerlo de largarse
los demás me miraron yo de a poco
me sumergí en el agua me abracé
a un tambor y la soga la corté
y me entregué a la fuerza como un loco
me arrastró como un tren yo prefería
morirme atado al pez que condenado
hundido en una cárcel humillado
la fuerza era mi miedo mi alegría
primero tragué agua se escuchaba
la sirena del barco y me alejaba

X.

adónde me llevaba el surubí
a una muerte estrellada bajo el cielo
al fondo cenagoso de mi anhelo
qué estaba zigzagueando para mí?
ya fuera del alcance de los botes
borracho por el miedo me sostuve
atado a los barriles me mantuve
ligado al derivar de los bigotes
que buscaban su rumbo por el río
quizá en su merodeo somnoliento
yo terminara siendo su alimento
la cosa es que su rumbo ya era el mío
ramón y su gran pez su majestad
estábamos los dos en libertad


Así concluye la cuarta entrega de «El gran surubí», una novela en sesenta sonetos de Pedro Mairal, exclusiva para la revista Orsai, que presentamos en episodios semanales. Los siguientes diez sonetos se publican de forma gratuita la próxima semana.

¿Por qué Orsai puede ofrecer contenidos gratuitos de alta calidad?