«El gran surubí» — Episodio 2
Portada de «El gran surubí», episodio 2. J. GONZÁLEZ.

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En la segunda entrega los cautivos se entremezclan en un «todos contra todos» sexual y los roles se perfilan. Lo que empieza a pasar en esta historia épica no tiene nombre.

Esta es la segunda entrega de una novela gráfica en sonetos, exclusiva para la revista Orsai. Pedro Mairal imagina una Argentina en la peor de sus crisis. El país se quedó sin carne y escasea la comida. En medio del caos, el Ejército recluta a los varones mayores de edad. Los saca de sus casas y de los bares. Los arrastra a empujones, los uniforma y los obliga a pescar para abastecer a la población.

«El gran surubí» está escrito en seis episodios de diez sonetos cada uno, ilustrados por Jorge González. A continuación el segundo capítulo.

EPISODIO SEGUNDO

I.

habían expropiado buquebús
desde dársena norte nos cargaron
y en la martín garcía nos bajaron
en el fondo del cielo ya había luz
seríamos trescientos quizá más
mezclados con el resto de la tropa
cada flaco vestido con su ropa
un payaso seguía con disfraz
desde canchas y calles y cafés
nos habían arreado sin aviso
nos hicieron tirar todos al piso
cerca nuestro gritaba un irlandés
i am irish decía y nos miraba
en el montón ni lástima te daba

II.

dos de traje y corbata se juntaron
y pidieron hablar con el sargento
los rodearon atados con un tiento
y entre varios gendarmes les pegaron
una banda quiso largarse al río
y un parlante eficaz les explicó
están en una isla olvidenló
en menos de dos horas quedás frío
igual un loco triste nadó lejos
lo vimos patalear y zambullirse
por el agua plateada empezó a irse
seguro que se ahogó entre los reflejos
los de fútbol formamos un grupito
silencioso traslúcido mansito

III.

después nos separaron en barracas
nos dieron pan y sopa de pescado
un par de crocs un mameluco usado
un número y un sitio en las hamacas
no te sacaba nadie de ese embrollo
no había ni mensajes ni señal
ni pedido de auxilio excepcional
eras uno entre muchos eras pollo
cuanto más invisible era mejor
pasar inadvertido camuflarse
perderse entre las caras olvidarse
ser todos y ninguno en el sudor
no estábamos en armas no era guerra
solo un trabajo lejos de la tierra

IV.

me tocó cocinar dentro del barco
desde el lunes al sábado a la noche
con un flaco nacido en bariloche
que en la isla jugaba siempre al arco
nos llevaban a la isla los domingos
el resto de los días altamar
bancarse los calderos cocinar
metidos en el baile sin respingos
sin cielo ni horizonte en zamarreadas
del oleaje pesado contra el casco
el mareo y el vómito y el asco
el apuro el cansancio las puteadas
dale ramón la concha de tu madre
peñalver se llamaba mi compadre

V.

un día la escorada se hizo brava
primero para un lado para el otro
en la cocina el poltergeist el potro
invisible que el mundo zarandeaba
me dijo peñalver ahí lo engancharon
a qué le pregunté y me contestó
un surubí guazú ni me miró
lo dijo así tranquilo y empezaron
tirones de una fuerza poderosa
que él que estaba desde antes conocía
agarrate llegó la poesía
puede aguantar dos noches esta cosa
era la gran pelea la penuria
del surubí gigante con su furia

VI.

cuando ya al día siguiente no arrastraba
cuando se apaciguó y a la matina
el cuento nos llegó hasta la cocina
ya el mito y el bolazo se mezclaba
que medían de aquí hasta por allá
que tenían tamaño de ballena
que era muy peligrosa la faena
que buscaban el norte el paraná
que era culpa de los conservacionistas
que quisieron cuidarlo y lo mutaron
que jugaron a dios y le cambiaron
los genes con reacciones imprevistas
yo dudaba ponía todo en remojo
hasta que peñalver me trajo el ojo

VII.

era como una bocha negra y blanca
toda llena de líquido mirando
la nada de la muerte sentenciando
al hombre que lo pesa que lo arranca
el ojo asesinado de un coloso
dominó la cocina en su sentido
después se hizo puchero por pedido
como un brebaje orgánico viscoso
el manjar especial del capitán
nuestro ahab distraído intrascendente
capitán ballester el casi ausente
esos tipos que son pero no están
un gordito sin sombras que le pesen
manducándose su delicatessen

VIII.

es un monstruo en las aguas embarradas
tiene piel tornasol pico de pato
tiene lomo de tigre es como un gato
los bigotes alcanzan diez brazadas
cada quien describía de una forma
distinta al surubí como un bestiario
un prodigio que altera el diccionario
una imagen que crece y se deforma
yo quedaba encerrado en la cocina
y el domingo escuchaba las historias
entre papas cebollas zanahorias
soñaba sumergido en la rutina
me sentía muy lejos de la acción
atrapado en el óxido marrón

IX.

lo pesqué a peñalver en una paja
y me quiso mostrar cómo acababa
después me preguntó si lo tocaba
me agarró con la guardia medio baja
primero pajas mutuas con saliva
de a poco el beso de hombre salitroso
después ya descubrirlo medio hermoso
y empujarle la verga para arriba
y sacar el pingüino empetrolado
los polvos asfixiantes de alacena
uno a media mañana otro a la cena
aguantarse el dolor del empalado
y al final descubrir como un abismo
que todos ocultábamos lo mismo

X.

en la isla detrás del pajonal
se escuchaban los ruegos los pedidos
tomala damelá roncos gemidos
ponete media pila chupás mal
machos continentales futboleros
ahora putos fluviales entregados
amigos sorprendidos abrazados
ahuyentando los patos y los teros
fue un alivio cruzado y para todos
un secreto creciente gran partuza
los domingos la cosa era confusa
rotaron las parejas los apodos
incluso los trabajos ahora a mí
me tocaba buscar al surubí


Así concluye la segunda entrega de «El gran surubí», una novela en sesenta sonetos de Pedro Mairal, exclusiva para la revista Orsai, que presentamos en episodios semanales. Los siguientes diez sonetos se publican de forma gratuita la próxima semana. Pueden conseguir el libro aquí. 

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