«El gran surubí» — Episodio 1
Portada de «El gran surubí», episodio 1. J. GONZÁLEZ.

Folletín

Audio RevistaOrsai.com «El gran surubí» — Episodio 1

Una Buenos Aires apocalíptica donde ya no queda carne y los hombres son reclutados para pescar surubíes. Mairal y González rompen todos los moldes con un folletín ilustrado... y en soneto.

Una aventura de Pedro Mairal

Esta es la primera entrega de una novela gráfica en sesenta sonetos, exclusiva para la revista Orsai. Pedro Mairal imagina una Argentina en la peor de sus crisis. El país se quedó sin carne y escasea la comida. En medio del caos, el Ejército recluta a los varones mayores de edad. Los saca de sus casas y de los bares. Los arrastra a empujones, los uniforma y los obliga a pescar para abastecer a la población.

«El gran surubí» está escrito en seis episodios de diez sonetos cada uno, ilustrados por Jorge González. A continuación el primer capítulo, que también se puede escuchar en la voz del autor. Pueden conseguir el libro aquí. 

EPISODIO PRIMERO

I.

quizá quería morirme no matarme
dormir un año entero de corrido
quizá quería no estar no haber nacido
soñaba que llegaban a buscarme
dos tipitos de azul tocaban timbre
esperaban pacientes que me vista
yo decía soy poeta soy artista
me bajaban en un cajón de mimbre
en ascensor riéndose tranquilos
hablándome del juicio y sus ribetes
sabían los detalles los aprietes
protestaban por mis ochenta kilos
despertaba de golpe transpirado
largando un grito horrible estrangulado

II.

el divorcio me hervía me aplastaba
la monstrua quería sangre quería plata
y yo con tres laburos la muy gata
lloraba en cada audiencia destrozaba
mi entusiasmo debajo de sus tacos
metiéndome demandas y litigios
y a mí no me quedaban ni vestigios
del hambre de vivir mis perros flacos
mis plantas del balcón medio resecas
mi alegría hecha un bollo en el canasto
cuántas camisas sucias qué nefasto
el odio convertido en hipotecas
el juez los abogados tribunales
yo deseaba mi muerte entre sauzales

III.

el único momento de esos días
que la pasaba bien era en la cancha
jugando un picadito una revancha
esas broncas al menos eran mías
porque jugaba mal un pata dura
y a veces me amargaban los amagues
pero eran divertidos los divagues
la risa los amigos la bravura
ir corriendo invocando la pelota
el corazón en alto la patada
el alma emputecida y trastornada
el gol que no sucede que no explota
jugaba mal es cierto pero acaso
era un juego mi triunfo y mi fracaso

IV.

en gallo entre sarmiento y no me acuerdo
estaban las canchitas fútbol cinco
un ajedrez redondo puro brinco
de pasecitos cortos y pie izquierdo
un fútbol cerebral para jovatos
sin faltarle el respeto a mis amigos
un fútbol sin espacio sin testigos
fulbito de maderas de chicatos
periodistas poetas narradores
que no perdieron filo en el amague
pero corren apenas sin embrague
dramaturgos solteros editores
escritores amigos contrincantes
una banda de luzzers importantes

V.

estábamos en eso en la manía
del pelotazo al arco y la pelea
estábamos jugando como sea
y una noche cayó gendarmería
eran las diez y media nos quedaba
media horita de toques y empujones
y nos interrumpieron los leones
en el instante justo en que clavaba
el único gol mío y que no fue
tremendo patadón al travesaño
que picó para abajo desde el caño
y entró pero yo solo lo grité
los demás congelados en sus karmas
milicos apuntándonos con armas

VI.

se quedan todos quietos maricones
yo quedé con los brazos levantados
festejando mi gol todos cagados
deseando estar haciendo papelones
de una cámara oculta de tinelli
o alguna boludez por el estilo
pero esta broma se mantuvo en vilo
no era joda ni cámara ni peli
duró casi seis meses el asunto
por una nueva ley con decretazo
con más de veinte y antes del viejazo
podían levantarte listo y punto
nos hicieron formar en la tribuna
parados en el frío hasta la una

VII.

no entendíamos nada nos mirábamos
con un fondo de risa descreídos
daban ganas de hacernos forajidos
trepando el alambrado pero estábamos
vigilados por cuatro metralletas
dispuestas a borrarnos de este mundo
mejor era aguantarse el rato inmundo
haciéndonos los buenos y los tetas
ser teta era ser blando en ese entonces
lo explico por si alguno no lo entiende
mi relato es sencillo y no pretende
llegar hasta la fábula y los bronces
solo quiero contar eso que vi
el río dios la muerte el surubí

VIII.

nos llevaron en fila hasta el vestuario
y llenaron de a poco una planilla
nos dejaron tomar de la canilla
después de contestar un cuestionario
grupo sanguíneo edad nombre de pila
profesión estatura enfermedades
estudios y demás formalidades
nos vieron con linterna la pupila
nos hicieron quedarnos en pelotas
nos palparon la verga y el prepucio
era un médico trucho medio sucio
de anteojos y gomina y mangas rotas
nos miraron el culo los sobacos
y el médico gritó vístanse flacos

IX.

un poronga sin gorra y de bigote
nos dijo un discursito alentador
que ahora se venía lo mejor
un trabajo bien pago sobre un bote
alguno se quejó yo ya trabajo
doy clases y también soy periodista
y el poronga sin aires de humanista
lo silenció de un cállese carajo
sorete maricón negro deforme
recalcado cagón de una mil puta
ahora usted es soldado y es recluta
respeta al superior y al uniforme
el gran guionista se frotó las manos
a ver cómo se portan los paisanos

X.

nos sacaron afuera hasta un camión
y mientras nos subían nos miraban
los mozos del barcito y los que estaban
y la chica de abajo en recepción
miren todos ahora a esta hermosura
nos dijo el de bigote miren bien
es la última mujer que ustedes ven
ahora empieza el torneo de clausura
no sé cómo explicar que yo en secreto
me sentí como raro como anfibio
una parte de mí sintió un alivio
y otra parte de mí me dijo quieto
están quedando atrás tus padeceres
estás entrando a un mundo sin mujeres


Así concluye la primera entrega de «El gran surubí», una novela en sesenta sonetos de Pedro Mairal, exclusiva para la revista Orsai, que presentamos en episodios semanales. El audio de los siguientes diez sonetos se publicarán de forma gratuita la próxima semana. Pueden conseguir el libro aquí. 

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