Tres historias con revólver
Imagen del film «Rat and Mike with a Gun» (1983) Getty.

Relato de ficción

Audio RevistaOrsai.com Tres historias con revólver

Le pedimos a Diego Tellier, nuestro Tolkien de San Justo, tres cuentos cortos en donde aparezcan pistolas y conurbano. Nos devolvió la historia de una rata, de un Torino y de una gorda en batón.

Tres historias de Diego Tellier
Exclusivo de

Orsai Digital

Diego Tellier colaboró en la Orsai Núm. 2 con «Cincuenta cuentos de ciencia ficción que no pienso escribir», una catarata de relatos cortos que después editó en una Trilogía que se puede conseguir en la Tienda Orsai, y que recomendamos mucho. Hoy nos obsequia con tres historias cortas, inéditas, y debuta poniéndoles su voz.

Veintidós corto

Pistola Magnum .22 corto Academy.com

La escuchaba ir y venir, frenar de pronto arriba del tinglado. Esa rata hija de puta que le comía el alimento balanceado al perro estaba ahí, de nuevo.

Medio en puntas de pie abrió el ropero y sacó el .22; apuntó a las chapas y, como en las películas de acción, trazó parábolas extrañas siguiendo el ruido.

Tiró.

Le metió un tiro a las chapas. Se quedó en silencio, medio aturdido por el ruido, y de golpe escuchó algo que goteaba.

Prendió la luz pensando que la había embocado y la rata sangraba su agonía inmóvil. Miró el piso buscando el color rojo sobre la baldosa. Encontró gotas pero no eran de sangre.

El goteo aumentó hasta convertirse en un hilo líquido: el tiro había agujereado el tanque de agua. Y así estuvo Luis una semana, con un balde en la pieza, hasta que vino el plomero y le cobró ocho gambas para arreglar el tanque.


Treinta y ocho

Pistola Smith & Wesson .38 Academy.com

El Torino de don Marco era un prodigio. Lo tenía de cero kilómetro y casi nunca lo usaba. En todo San Justo se alimentaba el mito de una máquina sagrada.

Algunos sábados, como una brasa naranja impecable, el Torino asomaba la trompa desde el garage y nosotros nos agolpábamos a verlo.

Don Marco tenía dos tesoros. El auto y doña Elba, su señora. Yo me enteré en el taller de que la esposa andaba jodida. El PAMI le cubría algunas cosas y otras no. Don Marcó no dudó y le vendió el Torino a uno que era puntero peronista.

El tipo lo cagó, le dio billetes falsos. Ni uno servía. Hubo indignación un tiempo pero nadie se animó a meterse con el garca porque era pesado posta.

Doña Elba empeoró, don Marco vendió la casa y no lo vimos más.

Dos años después, un miércoles, bien temprano de mañana, se bajó don Marco de una bicicleta, sacó un .38 corto y le pegó dos tiros en la cara al puntero que lo había cagado. Cuando llegó la policía les dijo: «Tengo setenta y ocho años y me van a dar prisión domiciliaria».

Volvió, un tiempito después, a una casita del otro lado de Crovara. Nosotros le comprábamos cerveza en verano y Mariposa en invierno. Él del lado de adentro y nosotros de afuera en la ventana. Charlábamos de cualquier cosa menos de autos.

Se murió al poco tiempo, hecho mierda de tristeza, sin saber que ya era miembro en el pabellón de los héroes nuestros de San Justo.


Colt .32

Pistola .32 Long Colt Academy.com

Cuando me tocó patear un córner, lo vi. Las dos manos agarrando el alambre y el pucho colgando de la comisura. Nos saludamos con la mirada y me dijo bajito:

«Encaralo al cuatro que está fundido, narigón».

Cuando salí del club seguía ahí, contra el alambre, mirando unas palomas que picoteaban el pasto. Me vio y se me vino. Nos abrazamos.

Serenata había jugado conmigo en inferiores, después se fue del barrio y cayó en cana.

«Diez años de vacaciones, narigón», me dijo y me guiñó el ojo.

Caminamos hasta Alberdi, hablando de Chicago y de una petisa que pasó en shorcito. En la puerta del quiosco de La Paraguaya se frenó de golpe y me agarró del brazo. Mirando el piso, como si tuviese vergüenza, me pidió que lo acompañe al brujo. Yo quise zafar pero esta vez me miró directo a los ojos y me dijo:

«Es un brujo posta, no va a pasar ninguna», y no me quedó otra que acompañarlo.

Era en la villa. Me daba cierta tranquilidad caminar con Serenata, un extraño orgullo como si parte de su fama criminal también fuese mía por acompañarlo.

Golpeó un portón pintado con antióxido y entramos. Era un pasillo, caminamos unos veinte metros hasta desembocar en un patio con sillas. Arriba de una mesa había una Virgen y de costado, haciendo esquina, un póster de Racing Campeón, el que dirigía Mostaza.

Se abrió una puerta y apareció una gorda en batón y chancletas. Venía fumando y traía una gallina muy muy mansa abajo del brazo. Se nos acercó mucho, demasiado, como si necesitara olfatearnos.

«Vos pasá», me dijo a mí, señalándome una puerta.

«Vos dejá el fierro», le dijo a Seranata, señalándole una mesa ratona donde había una revista que tenía a Pinti en la tapa.


Diego Tellier colaboró en la Orsai Núm. 2 con «Cincuenta cuentos de ciencia ficción que no pienso escribir», una catarata de relatos cortos que después editó en una Trilogía que se puede conseguir en la Tienda Orsai, y que recomendamos mucho.

Tres historias deDiego Tellier
Exclusivo de

Orsai Digital

Temas relacionados

#Muerte #Cárcel #Conurbano #Vecinos