Pedofilia: todos del mismo lado del mostrador
La prensa difumina el rostro del presunto médico pedófilo. Clarín.

Crónica periodística

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La sociedad ya no está acostumbrada a pensar igual casi sobre ninguna cuestión. Pero existe una excepción a esta regla: la pedofilia. Esa palabra es mágica y coloca a todos en el rincón más aliviado del pensamiento único.

Escrito por Hernán Casciari

Esta semana vi en la tele y en los diarios las fotos públicas que circulan con la cara del pediatra acusado de pedófilo. Algunas aparecen el rostro difuminado, en otros casos no. El tema me causa dolor de panza, pero al mismo tiempo me llama la atención la ausencia de grieta en la pedofilia. Todos pensamos lo mismo: odiamos a ese tipo, inmediatamente.

No estamos acostumbrados a pensar lo mismo como país. ¿Se dieron cuenta de eso? Ya hace muchos años que no tenemos ni un solo tema en el que estemos de acuerdo todos, sin debate. En lo que sea, en lo más simple o lo más sensato, siempre hay disenso: la igualdad de género, la distribución de la riqueza, el arquero de la selección, el aborto, la corrupción, la bicisenda, las medialunas de grasa, el impuesto a las ganancias… Siempre es cincuenta y cincuenta.

No nos podemos poner de acuerdo. Con una sola excepción: la pedofilia. Esa palabra es mágica. Nos lleva a todos al mismo lado del mostrador.

No encontré en Twitter a nadie matizando el tema, ni haciendo chistes irónicos, ni poniendo paños fríos. Ni diciendo que el pediatra «no es tan malo». A nadie. El odio es unánime.

Pero ojo. Solamente la pedofilia nos aúna. Si el médico es un pediatra que tiene fotos de menores en su compu, estamos todos de acuerdo. Pero si el médico es un ginecólogo que obliga a una chica violada a dar a luz contra su voluntad, volvemos otra vez a ser cincuenta y cincuenta.

Más allá del espanto del tema, es auspicioso que todos estemos de acuerdo por lo menos en algo. Haríamos fila para cagar a trompadas al pediatra del Garrahan. Si pudiéramos ser jueces, le daríamos sesenta años por pedófilo y cinco años más por tener cara de buen tipo.

Porque esa es la otra cuestión que nos aterra de la noticia de esta semana. ¿Vieron las fotos de sus redes sociales? Aparece feliz, mirando la cámara con una cerveza en la mano; o de vacaciones de invierno con una montaña detrás; o en el Mundial de Rusia, besando la camiseta; o tocando la guitarra eléctrica con su hijo.

El espanto que nos causa es porque se parece a nuestros amigos, se parece a los papás del cole, se parece al vecino que saludamos en el ascensor.

Nos angustia que el pedófilo no lleve un disfraz de degenerado, como en las pesadillas. Nos confunde que no tenga una cicatriz en la cara o la mirada estrábica; nos asusta que no sea un ermitaño sucio que se alimenta por delivery; nos da rabia que no lleve un gamulán en verano o un portafolios al cine. Querríamos que fuera más fácil de detectar; no soportamos cuando el pedófilo es un tipo parecido a lo que nos devuelve el espejo.

A veces lo malo de estar de acuerdo todos con todo, es que el enemigo empieza a tener nuestra cara.

Escrito por Hernán Casciari