Sebastián De Caro: «La narrativa es el lenguaje de Satán»
Dolores Fonzi y Sebastián De Caro.

Conversaciones por Whatsapp

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Chiri Basilis, editor de Orsai, intercambió una serie de audios con Sebastián De Caro a propósito de su último largometraje como director, protagonizado por la actriz Dolores Fonzi. Este es el resultado de la charla.

Escrito por Christian Basilis

Hace unos días le mandé un mensaje a Sebastián de Caro con una pregunta sobre el inminente estreno de “Claudia”, su última película como realizador. Al rato Sebastián me la respondió y esto dio paso a un diálogo por Whatsapp, intermitente y espaciado en el tiempo, en la medida en que las ocupaciones del día nos iban dejando huecos libres a cada uno.

La trama de “Claudia”, cuyo estreno se anuncia para el 12 de septiembre, es así:

Claudia Segovia, interpretada en la ficción por Dolores Fonzi, es una organizadora de eventos tan obsesiva que ni siquiera en el funeral de su padre puede dejar detalle librado al azar. Cierto día, una amiga le pide ayuda para que la reemplace como wedding planer de una boda importante. Claudia acepta, pero pronto descubre que el lugar elegido para la ceremonia tiene algunos problemas edilicios y decide cambiar de locación. Lo que no sabe, lo que todavía no puede calcular, es el desastre que ese repentino cambio de planes está a punto de desatar.

Sebastián De Caro. La Nación.

De Caro registra, como mínimo, tres puntos de partida que dieron origen a esta historia. El primero, me cuenta al inicio de nuestro intercambio, responde a cierta obsesión suya por algunas comedias europeas de la década del sesenta. “Philippe de Broca, por ejemplo —dice—. También algunas cosas italianas que acompañaron cierta parte del neorrealismo y que luego tuvieron un pequeño momento industrial. Y, por otra parte, el giallo italiano, un subgénero de terror que a mí me gusta mucho”.

El segundo impulso se lo dio el visionado de la primera parte de “La flor”, la monumental película de Mariano Llinás que dura catorce horas. “Una de las mejores películas que vi en mi vida, a pesar de haberse estrenado hace solo dos años —afirma—. La vi en La Plata, creo que fue en el Festifreak, y me cambió la cabeza. Cuando volví de ese festival sentí la necesidad de ponerme a trabajar en una película nueva”.

Y lo último que cita es una imagen que se le instaló en el cerebro cierta mañana que cruzaba la Avenida Santa Fe, antes de hacer running, como en una especie de epifanía (esto último lo digo yo). “Tuve la imagen de una mujer angustiadísima al borde de un escenario, trabajando en la organización de un evento —dice—. La idea de alguien que está atravesando un fin de semana muy fuerte, y que se va a enfrentar con algo tanto más angustiante todavía”.

¿Cómo es trabajar con Dolores Fonzi?”, le pregunto enseguida. Sé que no es una gran pregunta la que le hago, pero de verdad me interesa la respuesta, porque no hay una sola película de Dolores Fonzi en la que su trabajo no me haya conmovido o deslumbrado.

Sebastián De Caro y Dolores Fonzi.

“Dolores es, para mí, la estrella femenina más grande del cine argentino de hoy —me confirma Sebastián—. Cuando hablo de estrella me refiero a un montón de cuestiones que van más allá de lo técnico de la actuación. Y Dolores tiene esa doble Nelson, es una gran actriz y por otro lado rompe la pantalla. Pero no estoy descubriendo nada, ella trabajó con directores increíbles como Damián Szifrón, Fabián Bielinsky, Santiago Mitre… Ahora te sigo contestando porque tocaron el timbre”.

Sebastián interrumpe el audio y yo aprovecho para darle play al trailer de la película. Es la segunda vez que lo miro.



Me gusta. Iba a decir, además, que el trailer me resulta inquietante. Pero recuerdo un tuit de Ana Prieto leído recientemente que aconseja jubilar la palabra “inquietante” del periodismo cultural de una vez por todas. Tiene razón y busco otra palabra. No se me ocurre nada mejor (el trailer es de verdad inquietante) y entonces la dejo.

Al rato entra un audio nuevo de Sebastián, que retoma el hilo de la conversación en el punto exacto donde lo había dejado. “Dolores es, además, una compañera increíble y una artista que te deslumbra —agrega—. Aprendés mucho con ella. De hecho, le regalé una escena de la película para que la dirija. Ella va a ser directora, no lo dudo, porque sabe mucho de cine. En un momento me dice muy lindo plano. Entonces yo le digo mañana dirigís una escena, y no vale que Santiago Mitre (que es su pareja) te haga la puesta ni nada. Y me sorprendió porque planteó un movimiento de cámara que no se usó en toda la película, y fue genial”.

Más tarde le pregunto cómo fue el trabajo de escritura del guión. ¿Complejo? ¿Arduo? ¿Angustiante?, como suele ser el trabajo de guionista. Pero en cambio me dice que el proceso fue particularmente extraño, y enseguida me explica por qué. 

Alto en el rodaje de «Claudia», de Sebastián De Caro.

“Nunca en mi vida, mientras escribía, sentí tanta conexión con la voz que me hablaba, como en este caso la voz de Claudia —me dice—. Fue una cosa rarísima que no voy a volver a hacer porque creo que es irrepetible. Lo que hice fue dictar como si estuviera viendo la película, en doce notas de voz de diez minutos cada una, todo el guion completo. Una nota de voz por día. Después trabajé con Diego Accorsi y con Matías Orta, mis colaboradores habituales, que me ayudaron a ajustar y a armar dos versiones del guión. Pero creo que eso sucede cuando uno está muy consustanciado con lo que está contando. Nunca me pasó con nada, no lo volvería a hacer, no es mi manera de trabajar, sino que fue algo absolutamente fortuito. Y no quiero decir con esto De Caro, el hombre que escribe sus guiones de memoria. No. Pero esto pasó así”.

El último audio se lo mando entrada la tarde. Quiero saber si está contento con el resultado final del trabajo. Si la película terminada se parece a las primeras imágenes que vislumbró aquella mañana mientras cruzaba la Avenida Santa Fe. La respuesta, esta vez, no demora casi nada en llegar.

“Hice una película como la que quiero ver, contada como a mí me gusta —afirma—. Y es rara la película. No es que dije vamos a hacer una rareza ni salí a buscar un exotismo. A mí me gusta el cine como “Claudia”. El que me gusta ver, el que me gusta encontrarme en una sala, es ese tipo de cine. Y es muy amplio esto que digo, más rizomático, simbólico, incompleto. A mí me gusta un tipo de cine que está más cerca de lo formal que de lo narrativo. Me parece que todo lo demás, la peripecia, los conflictos y todo eso —en términos Claudísticos— hoy es el lenguaje de Satán. La narrativa hoy es el lenguaje de Satán. Y el lenguaje luminoso es el formal. En algún momento, cuando era adolescente y me estaba formando, pensaba exactamente lo contrario. Mirá vos… Y ahora estoy más cerca de El desierto rojo (la película de Michelangelo Antonioni) que de Star Wars, por decirlo de algún modo.


Alto en el rodaje y afiche de «Claudia».

Escrito por Christian Basilis