Una celebración del desastre
Imagen de la apertura de la tierra. Getty.

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El periodista Sergio Elguezábal nos envía un texto corto y al fondo se oyen los festejos, tristes y apagados. El mundo se cae a pedazos y él lo vive con pitos y matracas.

Texto y voz de Sergio Elguezábal

A fines del año pasado se conoció la noticia más impresionante de los últimos tiempos. En un informe de 400 páginas, científicos de todo el mundo detallaron los numerosos impactos climáticos que vivirá la población si la temperatura sigue subiendo. Meteorólogos y físicos nos acaban de anunciar que tenemos poco más de once años para evitar el punto de no retorno. Es decir, que el planeta se caliente tanto que ya no se pueda vivir en él. 

Por eso me ha dado por celebrar. Celebro cuando los yankees eligen a Trump o los brasileños a Bolsonaro. Celebro también el crecimiento estrafalario de los chinos. Fundamentalmente celebro que se hayan copiado del primer mundo ese consumo desaforado de todo. Es lindo de ver cuando se lanzan como los chicos al dulce sobre las casas que venden carteras de Chanel o Luis Vuitton en Nueva York.  

Celebro que haya veintiséis personas en el mundo riquísimas y que paguen pocos impuestos, menos aún que los más pobre de la Tierra.  

También celebro que se acabe una buena porción de lo que pescamos. Porque eso quiere decir que en cincuenta años habrá más plástico que peces en el mar.

De ser posible quisiera estrechar en un abrazo a los gobiernos y a los economistas que siguen festejando las exportaciones de todo. Mandamos de acá naranjas que se producen en Salta, Jujuy y Tucumán a España; y desde Valencia nos mandan las suyas para que nosotros tengamos también de esas para comprar en el mercado. En definitiva, las naranjas van y vienen.

Celebro Vaca Muerta. Que anuncien nuevas inversiones , que tiemble la cordillera, como cuando le metemos dinamita para sacar el oro que volvemos a enterrar en la bóveda de los bancos.  

Celebro que sigamos produciendo basura hasta hacer colapsar los rellenos y consumiendo tanta azúcar como para ostentar el récord mundial. Que sigamos usando veneno para producir cereales, frutas y verduras que terminaremos comiendo.

Celebro los cuerpos enteros de esos animales de media tonelada que bajan para la carnicería de enfrente todos los días. Sigamos comiendo carne a lo loco. Tiremos mucha comida, y produzcamos más todavía para alimentar al mundo. La cantidad de comida que en Argentina va a parar a la basura por año ya equivale a 800 estadios de fútbol como el de River.

Celebro esta decadencia infernal.

Es el ocaso del imperio, es decir, de lo imperante. Entonces sueño que un día, de golpe, lo vemos todo junto, de un tirón, y nos reencantamos con la posibilidad de hacerlo diferente. Exactamente al revés.

Texto y voz deSergio Elguezábal