Fragmentos y adelantos
El «Plástico cruel» de José Sbarra
José Sbarra (1950-1996) fue un escritor oscuro y nunca masivo. Dejó obras extrañas, entre ellas una novela, Plástico cruel, durante años inhallable, que ya podemos volver a disfrutar.
Bombón —poeta y puta— (Diario)
Me contó su vida en el baño de la Estación Central. Cuidaba cerdos, y olía a eso, pero se negaba a tocarme. Cogía en una batea con una cerda y le daba asco tocar a un travesti. Sin embargo, en sus ojos, hubo un margen de curiosidad cuando le mostré las tetas… Y, como que soy la más puta de las poetas, aproveché ese margen.
—Dejáme en paz.
—No pretendo alterar tu paz, solo deseo chuparte la pija.
Llegó a la ciudad en un tren de carga. Vino para triunfar como poeta (de lo cual deduje que su idea de la realidad es un tanto distorsionada). Pero es casi un niño (un niño de campo, se entiende).
—No me gustan los maricas.
—¿Dónde viste un marica con tetas, bebé?… Soy un travesti.
Su primer amor fue una cerda particularmente mansa: la ponía en una batea y ahí se la cogía. Unas niñas exploradoras completaron su educación sexual. Y yo lo tenía ante mí, recién llegado, casi indefenso.
—Fumáte un cigarrillo, me gustan los hombres indiferentes, que fuman mientras les chupo la pija.
Fue monaguillo y niño-dios en el pesebre viviente de su pueblo.
—Tomá. Vas a necesitar algo de dinero hasta que triunfes.
—Gracias, me llamo Axel.
—Axel, el Cerdo.
—No, Axel, nada más.
—Para mí sos Axel, el Cerdo. Lo digo cariñosamente.
—Todo hay que entenderlo al revés: sos un hombre, pero sos una mujer, y los insultos son pruebas de cariño.
—Me gustan los chicos que aprenden rápido. Mis amigos me llaman Bombón.
—¿Bombón?
—Sí, es una cosa que se come. Voy a presentarte a mis amigos.
—¿Son todos como vos?
—Sí, son todos poetas.
—Me refiero a si…
—Hombres y mujeres normales… podría decirse así. Bueno, ¿somos amigos o no?
—Pero amigos, nada más.
—No soy El-ogro-come-niños.
—Si me preguntan, ¿digo que sos mi amigo o mi amiga?
—Vos no venís del campo, venís de otro planeta.
—Sos muy divertida, Bombón.
—Y vos tenés la risa y la verga más puras que conocí en toda mi poética y puta vida.
Sus ojos me tomaban fotografías y yo salía muy bella.
—¿Dónde está tu equipaje?
—No tengo.
—Sí que tenés, Axel, no lo olvides nunca, el equipaje lo llevás entre las piernas.
Desde este diario declaro al baño para caballeros de la Estación Central como Honorable Salón de Poetas.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Lo más increíble no es dónde conocí a Axel, el Cerdo, ni tampoco el hecho de haberlo conocido. Lo más increíble es que mientras escribo mi diario, él está en mi cama, durmiendo desnudo.
Desde cualquier ángulo que la enfoquen, mi vida se ve fascinante. Axel, el Cerdo, podrá vivir en la ciudad. Consiguió un sótano. Le regalé un póster que hicieron con una foto mía hace mil años. Le llevo cigarrillos y comida. Come como un tigre, un león y un elefante.
Bombón —poeta y puta— (diario)
¿Ya dije que lo amo?
Linda Morris y su madre
—Perdí el vuelo y suspendieron los próximos porque no sé quiénes están de huelga.
—Tomás un autobús y listo.
—Pero mi equipaje se va en el vuelo que perdí.
—Pediré que lo retiren y te reunirás con él en cuanto llegues.
—¿La gente que me espera no lo tomará a mal?
—Linda, es un detalle de muy buen gusto que el equipaje de una dama llegue antes que ella.
—¿Yo soy una dama?
—No, hija, y a juzgar por tu incapacidad para distinguir una trufa a las hierbas de un corazón de ciervo a la parrilla no llegarás a serlo nunca.
Bombón —poeta y puta— (diario)
—¿Qué es lo que más te gustaría hacer, pequeño cerdo?
Axel tiene la edad en que todavía se desean cosas que se pueden obtener.
—Ir al mar.
—Decís «ir al mar» como yo diría «a París».
—No estuve nunca en el mar. Cada vez que leo esa palabra en un libro, me dan ganas de subirme a una carretera y bajarme en la playa.
Música para mis oídos. Me conmueve. Cualquier estupidez que dice Axel se convierte en música para mis oídos. Me conmueve. Es tan joven que me siento como una madre, una putísima madre, se entiende. No fui con él porque no puedo abandonar mis shows en el Boogie-Bar. Y porque no quiero ser detenida por corruptora de menores. Le compré un pasaje. Lo empecé a extrañar desde que le compré el pasaje. ¡Qué duro ser madre!
Señales de tránsito
Consideraciones sobre el orgasmo, según el existencialismo genital: 1) La intensidad del placer en el orgasmo es absolutamente independiente de la persona que está colaborando para que lo alcances. 2) Es posible alcanzar el orgasmo al mismo tiempo que el otro, pero se trata solo de una coincidencia en la simultaneidad del fenómeno. El placer del orgasmo es inexorablemente individual. 3) Algunos amantes suponen que disfrutan porque están enamorados. Se sorprenderían como niños engañados si supieran qué poco tiene que ver el amor con la intensidad del placer. 4) No se puede hacer nada por Plástico Cruel si ella no está dispuesta a disfrutar.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Me reúno con La Malco, Trespa y Frula en la Estación Central. Todos me preguntan por Axel, ese chico los impresionó tanto que hasta inspiró un poema de Frula: «Mi amante es una cerda». Hace cuatro meses que Axel llegó a la ciudad y a mi vida. Cuatro meses de amor unilateral y desmesurado. Todo en él me conmueve: es el chico que yo hubiese querido ser. Soy la puta-madre-cerda, cuando mi pequeño regrese de la costa, pasaré una noche entera con mi mejilla reposando entre sus piernas.
Axel y Linda Morris
—¿Me dejás del lado de la ventanilla?
—Mnnn. Pasá.
—¿Tristeza o malhumor?
—Fastidio. No salen aviones y tengo que viajar en esto.
—Esto es un autobús. Al principio parece horrible, pero después pasan una película y te dan un alfajor.
—¿Sos el hijo del dueño de la empresa?
—¿Tengo el aspecto?
—Para nada. ¿Te molesta si fumo?
—Por mí podés fumar, masturbarte o violar al chofer que me da igual.
—Solo quería saber si te molestaba el humo.
—Y yo te respondí que no.
—Hablás como un rockero. ¿Sos una estrella de rock o «algo así»?
—Una estrella de rock no soy, pero ¿qué quiere decir «algo así»?
—Nada. Es una manera de hablar. Me llamo Linda Morris, ¿y vos?
—Yo no.
—Desde la escuela secundaria que no escucho un chiste tan estúpido.
—Es mi problema con las mujeres cultas. Yo soy Axel, para los amigos Axel, el Cerdo.
—El viaje va a ser largo, conviene que hagamos esfuerzo por ser simpáticos.
—Espero que tenga baño este autobús.
—¿Baño?
—Sí, Linda, es un espacio pequeño con una pileta, un espejo y un inodoro para…
—Sé muy bien lo que es un baño. Está ahí atrás.
—Gracias.
—¿No ibas al baño?
—Solo quería saber si había, porque siempre tuve la fantasía de voltearme a una mina en el baño de un autobús.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Axel tiene un aspecto que a cualquier mujer le hace pensar: «Una ducha y a la cama». Pero es más fácil llevarlo a la cama que a la ducha.
Axel y Linda Morris
—Yo tengo veintiséis. ¿Vos cuántos años tenés?
—Si después de cuántos años, viene de qué signo sos y qué animal en el horóscopo chino, mejor yo sigo leyendo y vos seguís con lo que estabas haciendo antes de abrir la boca.
—Solo quería saber tu edad, sospechaba que te habías escapado del jardín de infantes.
—Ahora tu sospecha quedó confirmada.
—Te prometo que no hablo más, pero decime cuántos años tenés.
—Los suficientes como para meterme en la cama de una mujer que no sea mi madre.
—Llegamos.
—¿Me dejás pasar, Linda?
—¿Adónde vas?
—Al mar.
—Obvio, pero supongo que irás a un hotel, ¿no?
—No. Voy al mar.
—¿Pensás dormir en el agua?
—No, en la arena.
—¿Te estás burlando?
—No.
—¿Y tu equipaje?
—Lo llevo entre las piernas.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Hambrienta de sexo. He perdido el placer de estar una noche a solas. El chico de los cerdos todavía no regresó. Sufro como una madre, de esas.
Señales de tránsito
Vio el mar por primera vez. En la distancia el mar era azul. Incuestionablemente azul. Sintió la felicidad de comprobar. Corrió desnudo por la arena de una playa sin turistas hasta que las olas le salpicaron la cara. Se detuvo, sospechando algo terrible, tomó entre sus manos un poco de mar. Y lo temido ocurrió. En el hueco de sus manos, el mar dejaba de ser azul, era solo agua transparente. Acortar la distancia para destruir el encanto.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Volvió a su cueva Axel, el Cerdo. Sé que volvió de la playa, pero todavía no vino a verme.
Le regalé el pasaje y algo de dinero. Por la noche y por la arena y por una mujer arrojó al mar las piedras luminosas de nuestros buenos momentos. ¿Por qué no fui con él?
Axel y Linda Morris
—¿Vas a venir?
—¿Querés que vaya?
—¿Por qué no respondés directamente?
—Porque vos no pedís directamente. Decime exactamente lo que querés.
—Quiero saber si vas a venir.
—No.
—Bueno, yo quería saber nada más…
—Axel…
—¿Qué?
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué no podés expresar tus sentimientos?
—Será porque no tengo.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Si lo pierdo a Axel puedo instalar un circo con tigres, leones y elefantes. Gastaría en alimentación lo mismo que gasto con Axel.
Axel y Linda Morris
—Te recordaba más alto.
—Siempre decepciono la segunda vez. ¿Te gusta mi casa?
—Nunca pensé que pudiera haber vida humana en un sitio como este… ¡Aaaay! ¡Ratas!
—Son Pablo y María, no les temas, tienen su propia comida.
—¿Qué es esto?
—La cocina. Y pasando esa pila de escombros está el baño.
—Va a quedar hermoso cuando termines de refaccionarlo.
—Ya está terminado.
—¿Qué era antes… esto?
—Un estacionamiento subterráneo, ahora es mi casa.
—¿Vivís sin ventanas?
—Y duermo de día, pero no me encierro en un ataúd ni clavo los colmillos en el cuello de las mujeres.
—¿Ese desayuno es para nosotros o tenés caballos?
—Leche, cereales, frutas, miel, queso y fiambres. Una amiga me manda esto porque estoy en la edad del crecimiento.
—¿Vas a desayunar desnudo?
—No creo que los vecinos puedan espiar, pero para que no se altere tu digestión vamos a fumarnos un buen porro.
—No, gracias. Si anoche aparecí aquí, no quiero pensar dónde puedo despertarme si fumo otra vez esa cosa.
—¿Qué buscás?
—Un reloj.
—No hay. ¿Es tan importante saber qué hora es?
—No sé, pero quizás me dé una idea de que aún estoy dentro del sistema solar.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Todavía no reapareció (Axel, el Cerdo, por supuesto). Extraño su voz ronca de cachorro excitado.
Axel y Linda Morris
—Mis amigos son La Malco, Frula, Trespa y Bombón.
—¿Qué significan esos nombres?
—La Malco quiere decir: la malcogida.
—¿Frula?
—Frula, lo sabe todo el mundo, quiere decir cocaína.
—¿Bombón y Trespa?
—Un bombón es una cosa que se come. Y a Trespa le dicen así desde chico.
—¿Vos no tenés ningún apodo?
—Sí, me dicen el Cerdo, Axel el Cerdo.
—Viéndote, no hace falta preguntarte por qué. ¿Bombón y Trespa son pareja?
—No, a Trespa le gusta otra clase de mujeres.
—¿Qué clase de chica es Bombón?
—Es la clase de chica que puede ser un chico.
—¿Es lesbiana?
—No, es travesti.
—¿Está operada?
—Tiene tetas, buenas tetas.
—Pero… ¿abajo?
—Tiene huevos.
—¿Te acostaste con Bombón?
—Me chupó la pija un par de veces.
—¿Por qué lo decís todo de la peor manera posible?
Bombón —poeta y puta— (diario)
A mí me encienden por las tetas. Si un hombre me acaricia bien las tetas podrá obtener de mí lo que quiera. Mis pezones son el PLAY para que empiece el placer. Aprieta mis tetas y dará comienzo el juego. Me enciendo por ahí. No soy una mujer hasta que un hombre no abre sus labios para cerrarlos sobre mis pezones. Aprieta mi PLAY y el placer del mundo estará en tus manos.
Axel y Linda Morris
—¿Dónde conociste amigos tan extravagantes?
—En el baño de la Estación Central.
—¿En un baño público?
—Sí, es un sitio generalmente amplio y sucio, donde culmina el ciclo de la digestión.
—¿Pero qué hacen en el baño?
—Reuniones de poetas y algunos negocios. Es más cálido que la calle y no te obligan a consumir como en los bares.
—¿Y el olor?
—Nos agrada bastante.
—¿La Malco también pertenece al taller literario del baño público?
—No, La Malco atiende el kiosco de cigarrillos de la estación.
—¿Qué hacía Bombón en el baño el día que la conociste?
—Entró para sacarse la ropa de mujer y ponerse la ropa de hombre porque la estaban siguiendo.
—¿Quiénes la seguían?
—Dos policías que querían encamarse con ella sin pagarle. La vi salir del wáter vestida de hombre o de algo semejante. Llevaba un bolso con ropa y libros.
—¿Libros?
—Sí, unos objetos de papel con un montón de palabras inútiles que te hacen parecer inteligente.
—¿Qué hace con los libros? ¿Se los lee a los clientes?
—Le pregunté más o menos lo mismo y me contestó que no respondía preguntas idiotas. Yo le confesé que soy idiota.
—¿Y qué te dijo?
—Que ella era idiota y poeta. Yo también, le dije, soy idiota y poeta. Bombón agregó que era idiota, poeta y travesti. Yo tampoco, le dije.
—¿Y así empezó una culta amistad?
—Sí, me hizo pasar al wáter para demostrarme su calidad poética. Me bajó el cierre de la bragueta y metió mi pija en su boca.
—Comprendo, no pudiste impedirlo.
—Me dijo que ese era el alimento fundamental para su poesía.
—¿Y qué hiciste?
—Bueno, siempre estuve en contra de la desnutrición. No la soltó hasta que me hizo acabar.
Axel y Linda Morris
—¿Por qué no trabajás?
—Porque conozco el número privado de todos los peces, pero no me gusta molestarlos a cualquier hora.
—Si te hacen una buena traducción puede ser que lo que dijiste sea una genialidad, pero yo no entendí nada.
—Creo que entré por la puerta equivocada.
—Por como vas vestido, parece que siempre entraste por la puerta equivocada.
—Linda, ¿sos un ser humano o una muñeca de plástico?
—Por lo desagradable pareces judío.
—Lamentablemente no soy judío.
Señales de tránsito
Cuántas complicaciones para realizar un acto tan simple y, sobre todo, tan breve.
Axel y Linda Morris
—¿Sabés qué está haciendo ahora la mitad de la ciudad?
—¿Qué?
—Está cogiendo con la otra mitad. Si se atrevieran a gritar la felicidad de sus orgasmos caerían los vidrios de todos los edificios. Gritá, Plástico Cruel, gritá.
Axel y Linda Morris
—¿No estuvo mal, verdad?
—Puede que seamos la pareja más extraña, pero lo que hicimos estuvo estupendo.
—Entonces, ¿todavía tenés ganas de volver a verme?
—Sí, Axel.
—¿Aunque mis reservas de seducción sean limitadas?
—Espero que sean limitadas.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Finalmente vino Axel, me encontró deprimida. Odio parecerme a La Malco.
—Tengo cuarenta años, Axel.
—Ni se te nota.
—Sí que se nota.
—¿En qué?
—En qué, no sé. Pero sé cuándo. Y es cuando necesito sentirme deseada por alguien.
Dio resultado. Axel durmió conmigo, abrazándome por detrás. Yo, obviamente, despierta toda la noche. Fue casi la felicidad.
Axel y Linda Morris
—¿Qué te gusta de mí?
—Me gusta cómo te quedan los libros.
—¿Y qué otra cosa te gusta de mí?
—Que vivís fuera de la ley.
—¿Te gusta cómo funciono en la cama?
—La gente no pregunta esas cosas.
—Yo sí. ¿Te gusta o no?
—Lo que más me gusta es que sos un chico extraordinario y ninguna mujer se da cuenta, no te miran con deseo, te dejan pasar como si no valieras nada.
—¿Por qué te gusta eso?
—Porque así permiten que solamente yo goce con vos. Sos un regalo muy caro envuelto en papel de diario.
—Supongo que en tu estilo eso es un elogio. Pero no me respondiste si te gusta o no.
—Sí, me gusta.
Axel y Linda Morris
—Sos el peor.
—¿Por necesitar cuatro orgasmos por día?
—La gente normal no lo hace tantas veces.
—Nunca pretendí pasar por normal.
—¿Qué hacés?
—Dejáme un poquito, vos dormí.
—¡Axel, no!
—Entonces chupáme la pija mientras fumo un cigarrillo.
—Yo no soy tu prostituta.
—Ese es tu problema. Yo solo le pido a la humanidad que me ponga un cigarrillo en la boca y que me chupen la pija.
—Sos un perverso.
—Sí.
—Y estás loco.
—También.
—Estás muy loco.
—Sí, y te pido que me chupes la pija ahora, antes de que tu cadáver y el mío estén masturbándose bajo la tierra.
—Axel, los cadáveres no se masturban.
—El mío impondrá esa costumbre.
Linda Morris y su madre
—Axel me llevó al Boogie-Bar. Cuando apareció Bombón en el escenario, dijo: «Un leñador perdió su hacha y acusó a un joven del pueblo. Ese joven, según la opinión de todos, caminaba como un ladrón, miraba como un ladrón, y hablaba como un ladrón. Cierto día el leñador recordó el sitio donde había dejado su hacha y la recuperó. Desde ese momento, el joven del pueblo, según la opinión de todos, caminaba, miraba y hablaba como un chico normal».
—¿Qué significa esa historia?
—No sé. Pero después de contarla, Bombón empezó a hacer un striptease.
—¿Se desnudó totalmente?
—Claro, si no, nunca me habría convencido de que era un hombre.
—¿Y por qué le gusta a tu amigo ese lugar?
—Axel dice que es el único sitio donde se puede encontrar poesía.
—¿Recitada por un travesti?
—Para Axel, Bombón es el mejor actor y la mejor actriz del mundo.
Axel y Linda Morris
—Hola, soy yo.
—¿«Yo», quién?
—Axel, el Cerdo.
—¿Hay otro Axel?
—Sí, mi papá.
—¿Y cómo está el cerdo Axel?
—Bien. Te llamo para hacerte una pregunta.
—¿Qué pregunta?
—¿Todavía tenés ganas de verme?
—Sí.
—¿Estás segura?
—Sí. Lo estoy.
—No quisiera que lo dijeses sin estar convencida.
—Lo estoy de veras.
—Esta noche hay luna redonda. Voy a verla en el parque.
—Axel.
—¿Qué?
—¿Me estás proponiendo una cita?
—Bueno, yo voy a estar en el parque, así que si vas, seguramente vamos a encontrarnos.
—¿Me querés?
—Estoy trabajando seriamente en ese asunto.
Linda Morris y su madre
—Volvamos a casa, ese chico es peligroso.
—¿Axel peligroso?
—Si no lo es, ¿por qué me pediste que te acompañara?
—Porque es tarde y me da miedo este parque.
—¿Entonces por qué aceptaste una cita en este lugar?
—Axel pensaba venir aquí aunque yo no viniera.
—O sea que no sabe si vendrás o no.
—Así es.
—Tomemos un taxi y volvamos a casa.
—Sigamos caminando.
—Vos estás loca.
—Allá está Axel.
—¿Qué hace?
—Mira la luna.
—¿Se interna en este parque para mirar la luna?
—Viene solamente cuando hay luna llena.
—Tenés razón. Ese chico no es peligroso, es tonto.
Axel y Bombón
—Hola, Axel, habla Bombón. Necesito que me prestes tu sótano-loft por una hora.
—No puedo, Bombón, estoy con una chica.
—Llevá a esa puta a algún cine que necesito tu casa. Es fundamental.
—¿Vas a venir a meditar?
—Un viejo me va a pagar cuatrocientos dólares.
—¿Y por qué no lo recibís en tu casa?
—Mi sobrina vino a pasar unos días. Ya tiene catorce años.
—Comprendo. Está grande y se puede dar cuenta de la clase de vida que lleva su tío.
—No es eso, Cerdo.
—Entonces, ¿qué?
—Me lo quita. Tiene unas tetas preciosas y me quita los mejores clientes. ¿Me prestás tu cueva o no?
—Sí. Pero está en un estado algo ruinoso.
—¿Hay cucarachas?
—Por suerte, no.
—¿Les ponés veneno?
—No, se las comen las ratas.
—¿¡Hay ratas!?
—Solamente dos: Pablo y María. Creí que las conocías.
—No, Axel, no tuve el gusto.
—Fue por recomendación tuya que las adopté.
—Estás más loco que nunca. Yo no puedo haberte recomendado que tuvieses ratas.
—Vos me dijiste que si me sentía solo, lo mejor era que me consiguiera una mascota. Bueno, conseguí dos.
—Me refería a perros, gatos o pájaros, Axel.
—Bombón, ¿cuánto hace que no nos vemos?
—Por lo que contás, no nos vemos desde que tu casa formaba parte de la civilización occidental.
—En el estado en que se encuentra no creo que sirva para tus negocios.
—Pero no puedo traer al tipo a casa. Voy a la tuya. No creo que se fije mucho en la decoración. Y con respecto a las ratas, encerralas en la cocina por una hora.
—No tengo divisiones. Tiré los tabiques.
—Bueno, lleválas al cine con esa puta.
—¿Cuándo venís?
—Al tipo lo cito para las cinco y yo voy a llegar quince minutos antes, para poner un poco de orden.
—De acuerdo, nos vamos al cine.
—¿Con las ratas?
—Las encierro en el baño.
—Voy a sacarle cuatrocientos dólares. Cien te los dejo sobre tu cama.
—No hay.
—¿No hay qué?
—Cama.
—¿No tenés cama, Axel? ¿Y dónde dormís?
—En el suelo.
—¿Ponés el colchón en el suelo?
—Eso de «colchón» es producto de tu fantasía.
—¡Ay, Axel! Si no te conociese, pensaría que no querés prestarme tu casa.
—Te dije que sí, Bombón, pero tengo que avisarte el grado de anarquía alcanzado.
—Voy a llevar una colchoneta. Repetime la dirección.
—Calle de la Luna 17 bis. La llave se la dejo a la portera. Ella está en el tercer piso, departamento 83.
—¿Entre el primero y el tercer piso hay 83 departamentos?
—Noventa.
—Axy, eso no es un edificio, es un palomar.
—Pero palomas casi no hay porque las ratas les comen los huevos.
—¿Sigue mi póster colgado en la pared?
—Tuve que venderlo.
—No importa, Axy, trataré de buscarte algún trabajo.
—¡Qué clase de trabajo?
—El más sucio que encuentre, no te alarmes. En unas horas estoy ahí. Hasta luego, Axel.
—Bombón.
—¿Qué?
—¿Se trata de una broma, verdad?
—¿Que necesito tu casa?
—No, eso de conseguirme un trabajo.
Axel y Linda Morris
Coches junto al lago. Dentro de las carcazas metálicas se encienden los cuerpos. En esa intimidad de vidrios y lata, las parejas fotocopian el amor.
—¿De dónde sacaste este auto, Axel?
—Me lo prestó un amigo, ¿te gusta?
—Sí.
—Ahí hay un buen sitio para fumarnos un porro, chupáme la pija mientras lo armo.
—¿Así?
—Así, Plástico.
—¿Qué pasa?
—Era demasiado bueno para que durase.
—¿Qué querés decir?
—Que se acercan dos policías de la brigada-contra-el-placer, están alumbrando los coches con sus linternas, no te levantes.
—¿Qué vamos a hacer?
—Decirles que este humo es un sahumerio y que lo que tenés en tus manos no es mi pija sino un libro de poemas.
—¿Se lo van a creer?
—Si no nos creen, será nuestra primera condena juntos: seis meses por fumar porros…
—Los abogados de mi padre lo pueden resolver.
—Hay un delito más, Plástico.
—¿Cuál?
—Soy menor de edad.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No me parece el momento más adecuado para discutirlo. Aparte, hay otro delito.
—¿Cuál?
—El auto es robado.
—¿A qué distancia están los policías, Axel?
—Les quedan cuatro coches por revisar antes de llegar a nosotros.
—Huyamos.
—Hay otro delito.
—¡Otro más! Sos el manual del delincuente completo.
—Este delito es el más grave de todos.
—¿Cuál?
—Estoy enamorado de vos, Plástico Cruel.
—Si de veras es cierto, apretá a fondo el acelerador.
—¿Así?
—Así, mi amor.
Señales de tránsito
Nadie está a salvo. Me enamoré. Es así de simple. Las estrellas están de sobra. Si hasta yo, que nací en el país de los que siempre llegan tarde, estoy enamorado, quiere decir que le puede pasar a todo el mundo. No escucho campanas ni me da por besar a la portera. No salto, no bailo, no canto, ni hablo solo, pero en algún rincón de mi cerebro están festejando con una banda y con fuegos artificiales. Estoy enamorado. Es más que un ácido. Demasiado. Es una felicidad que se pasa de rosca y te hace llorar. Es apenas soportable.
—Estoy enamorado, Bombón.
—¿De mí? ¿Y me lo decís así?
—De vos, no. De esa chica que conocí en el autobús.
—¿Cómo se llama?
—Linda.
—¿Algún dato más que me permita imaginarla?
—Es de plástico cruel.
—Comprendo, Axel, ojalá no te destruya.
—¿Estás felicitándome o me estás augurando un destino fatal?
—Estoy diciéndote que te amo.
Axel y Linda Morris
—¿Les hablaste de mí a tus amigos?
—Les dije que estabas viniendo algunas noches por mi cueva. Y dos palabras más.
—¿Qué significa «dos palabras más»?
—Eso, Linda, dos palabras. Solo dos palabras.
—¿Cuáles?
—Plástico Cruel.
Axel y Linda Morris
—¿De veras que nunca te hiciste la paja?
—No vas a conseguir que me sienta que la anormal aquí soy yo.
—No me importa quién es anormal aquí ni en ningún lado. Pienso en el placer que te perdiste.
—¿No se te ocurre que puedo haber tenido otros placeres?
—¿Cuáles?
—Muchos. No todo es sexo.
—Nombráme los otros placeres.
—Leer, conversar con amigos, escuchar música, pasear, ir al cine y a las exposiciones o al teatro.
—No puedo creer que estés hablando en serio.
—Sos vos el que no habla en serio.
—¿Pretendés decirme que escuchar música es igual que un orgasmo?
—Igual no, muchas veces es mejor.
—Es una broma, ¿verdad?
—Aparte de lo que vos pensás, existe la realidad.
—La realidad y yo andamos por caminos distintos y no siento ninguna curiosidad por ella. Decime, Plástico, ¿te gusta mi pija?
—La gente no hace esas preguntas.
—Yo sí.
Bombón —poeta y puta— (diario)
No soy una estúpida. Sí, soy una estúpida. Cada día que abro los ojos sé que estoy cometiendo un error.
Axel y Linda Morris
—Voy a preparar un té.
—Hay en la lata que dice orégano.
—¿Y el azúcar dónde está?
—En la lata que dice harina.
—Todo muy práctico.
—En la lata que dice glucosa, hay glucosa.
—¿Para qué tomás glucosa?
—Es para cortar cocaína.
—¿Sos un traficante?
—Eso de «traficante» suena demasiado espectacular. Compro para mí y vendo la parte que me sobra.
—Corregida y aumentada.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Estoy perdiendo a Axel, lo más hermoso que encontré en mi puta y poética vida. Ayer me preguntó:
—¿Por qué hacés lo que yo quiero y me das siempre la razón?
—Porque a los niños y a los locos no hay que contradecirlos, y vos sos las dos cosas.
Axel entendió el subtexto y se portó como antes de conocer a su muñeca Barbie. Pero lo estoy perdiendo.
Axel y Linda Morris
—Cualquier cosa que pase, me mandás al frente a mí. Fuiste a traerme algo que yo te pedí y no sabés nada. ¿De acuerdo?
—¿Entonces, por qué no vas vos?
—A mí me ven la facha y ya saben que llevo algo. A vos ni se les ocurriría pararte. La policía tiene olfato.
—¿Dónde es?
—En una relojería.
—¿Una relojería?
—Sí, un negocio con un señor que se pone una lupa en un ojo y está todo rodeado de relojes.
—¿Y cómo se la pido?
—En la vidriera hay un neón rojo. Al lado hay otro neón verde. Si el neón rojo está apagado, no te acerques. Y si el neón rojo está encendido: entrá y pedile cinco gramos para Axel, el Cerdo. El tipo que te va a atender es mi amigo Frula.
—Si el neón rojo está apagado: peligro, y si el neón rojo está encendido: adelante. ¿Y para que tiene el neón verde?
—Ese anuncia que también hay de lo otro.
—¿Marihuana?
—No, dólares falsos.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Conocí a Plástico Cruel. Es rarísima. Se pone nerviosa cuando los hombres nos gritan algo. Se enrojece cuando hablamos de sexo. Es una hipócrita típica.
Axel y Linda Morris
—No podés seguir viviendo aquí.
—¿Por qué razón?
—Sencillamente porque ninguna persona puede vivir de este modo si está en su sano juicio.
—Nunca dije que tuviera intención de estar en mi sano juicio. ¿Qué otro motivo hay?
—Bueno… Que nadie… esto es…
—Ya ves, no podés encontrar ningún motivo válido. De manera que puedo seguir viviendo aquí.
—¿A vos no parece importarte lo que pueda decir la gente?
—La gente soy yo. Y a yo le parece estupendo que yo viva aquí.
Axel y Linda Morris —el amor líquido—
Cae tu meada. Oro desde tu entrepierna hasta mis piernas. Rayo de sol humeante y vertical. Cae tu meada. Chispas doradas de tu amor líquido caen sobre los engranajes caliente de mi locura. Bañáme. Empapáme. Cae tu meada. Meáme la espalda, meáme el culo, los huevos, los pies y llenáme la boca. Luego yo, cerdo marítimo, por las grietas de tu pecho de piedra te mearé el corazón y bañaré los últimos bostezos de tu pureza.
Linda Morris y su madre
—¿Qué es eso del amor líquido, Linda?
—¿No te lo imaginás?
—No.
—Es que te meen encima cuando estás desnuda.
—¿Y ese chico intentó hacerte eso?
—No lo intentó. Lo hizo.
—Pobrecita, ¿cómo conseguiste escapar?
—No me escapé… Lo disfruté, mamá.
—¡Linda!
—Es un chico fantástico…
—¿Quién?
—¡Axel, mamá!, en la cabecera de la cama tiene un collage.
—¿Qué tiene de fantástico eso?
—Que son un hombre y una mujer cogiendo.
—Su tema favorito, supongo.
—Pero está hecho con las facturas del gas y de la luz que nunca pagó. ¿No es fascinante?
—Prefiero ignorar cuál es tu concepto de lo fascinante.
—A veces me parece que lo quiero y otras veces me veo como una investigadora social analizando a un terrorista. Su visión del mundo es completamente distorsionada, pero después de una noche junto a él, empiezo a sentir que la visión distorsionada es la mía.
—¿Está enamorado de vos?
—Hoy me dijo que me veía estúpida, misteriosa y egoísta.
—¿Y algún elogio más?
—Me dijo que esa manera de ser mía lo está volviendo loco.
—¿Eso significa que te quiere o que piensa asesinarte?
—Creo que las dos cosas.
Axel y Linda Morris
—La única manera de que mi padre continúe dándome dinero es que nos casemos.
—Ese es un deporte que no me interesa practicar.
—Te estoy hablando en serio.
—Tampoco practico el deporte de la seriedad. Lo que vos necesitás es un buen trip.
—¿Un buen trip?
—Sí, Linda, un viaje de ácido.
Linda Morris y su madre
—Hace cuatro días que no te veo.
—Estuve de viaje, mamá.
—¡Qué estupendo! Mi estilista dice que un viaje es la mejor terapia, aunque mi terapeuta no está de acuerdo. ¿Y a dónde fuiste?
—A Egipto.
—¿Paraste en el Milton de El Cairo? Es el único hotel soportable.
—No, mamá, me tomé un ácido lisérgico y estuve en el antiguo Egipto, con faraones y todo eso. Yo era Cleopatra.
—Adoro las fiestas de disfraces.
¿Pagaste con tarjeta?
—Los traficantes solo aceptan efectivo.
—Vivimos tiempos de una inmoralidad tan pavorosa, que me parece lógico que los hoteleros no quieran aceptar tarjetas.
—No dije «hoteleros», mamá, dije traficantes.
Axel y Linda Morris
—¿Cómo podemos saber si realmente estamos enamorados?
—Vamos al parque a mirar la luna. Si al verla, decimos: «Ahí está la luna», mientras metés la mano en mi bragueta y yo te acaricio el culo, quiere decir que realmente estamos enamorados. Pero si contemplamos la luna y nos sentimos sublimes, quiere decir que, además de estar realmente enamorados, somos dos pelotudos.
Axel, el Cerdo y Linda Morris
—Estoy en dificultades, Plástico.
—¿Qué te pasa?
—Tengo dos mil cuatrocientos dólares.
—¿Y a eso lo llamás estar en dificultades?
—Son falsos.
—¿Querés que los lleve a tu amigo Frula?
—Podemos cambiarlo por diez o veinte gramos. Decile que son para el Cerdo.
—Okay.
—Si te para la policía, vos no tenés idea de lo que llevás, decile que yo te pedí que…
—No me escribas un guion. Puedo improvisar. ¿Voy a la relojería?
—No. Ahora está en la vereda de enfrente, atiende una carnicería.
—¿Una carnicería?
—Sí, es un lugar lleno de cadáveres desangrándose sobre mostradores de mármol.
—¿Alguna contraseña?
—Esperá que no haya ningún cliente y decí solamente que vas de parte de Axel el Cerdo.
—¿La policía no tiene fichado ese nombre?
—Probablemente.
—¿No te conviene cambiarlo por otro?
—Imposible.
—¿Por qué?
—Porque me gusta demasiado que me llamen Axel el Cerdo.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Le regalé dos mil cuatrocientos dólares a Axel. Son falsos, pero se cotizan al veinte por ciento. ¡Qué más le puedo dar para que me ame? No resisto estar a su lado comportándome como si no quisiese besarle cuello-manos-pija-huevos-culo-y-pies-sucios. Todavía no se le pasó la curiosidad por investigar el contenido de su muñeca inflable marca Morris.
Linda Morris y su Madre
—¿Con quién vas a salir, a qué sitio horrible vas a ir y a qué hora pensás volver?
—¿Estás trabajando de madre?
—Estoy tratando de ser tu amiga. Una madre tiene la obligación de saber con quién sale su hija. No me lo hagas difícil, Linda.
—Voy a la cueva de Axel.
—¿Es un bar de moda?
—Es la casa de Axel.
—¿Dónde lo conocimos a ese chico? ¿En algún cóctel de la embajada de Grecia?
—No, mamá, Axel, el chico del parque, nunca entró en una embajada.
—Hace bien. Esas recepciones son cada vez más aburridas.
—Me voy, mamá.
—Chau, hija, dale mis saludos al chico de la embajada de Grecia.
—Chau, mamá.
Axel y Linda Morris
—Quedáte a dormir, por favor.
—¿Por qué tanta insistencia esta noche?
—Porque afuera hay luna redonda.
—Está bien. Me quedo a dormir con una condición.
—La que quieras.
—Que me dejes dormir tranquila y no te aparezcas a mitad de la noche en mi colchón.
—Te lo prometo.
Axel y Linda Morris
—¿Qué hacés en mi cama?
—Me sentía muy solo.
—Pero me habías prometido…
—Olvidé decirte que nunca pude cumplir una promesa.
Linda Morris y su madre
—Me quedó ardiendo el culo toda la semana.
—¿Cómo te atreviste a hacer algo así?
—Con él no hay nada a lo que no me atreva.
—Vas a tener que ir al analista.
—Cada vez que siento el ardor en el culo me acuerdo de Axel. Es como si lo llevara a todas partes dentro de mí.
—¡Linda! Dejá de hablar de ese modo.
—No puedo. Estoy enamorada.
—¿Se lo dijiste a ese chico?
—Sí. Y me respondió que lo único que le interesa del plástico es su cualidad de ser descartable.
—¿Cuál es la traducción?
—¿Sabés cómo me llama?
—Creo que prefiero no enterarme.
—Plástico Cruel.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Solo tengo el deseo y la poesía. «Y mi amistad», me dice Axel. Cuando lo que busco de un hombre es que me ame, su amistad es solo un consuelo, y nada me entristece tanto como un consuelo. Le contesto a Axel. Toma su cerveza y se va. Extraña a la burguesa plastificada.
Axel y Linda Morris
—Buenos días, ¿te acordás de mí?
—¿Qué hora es? ¿Estuvimos durmiendo toda la mañana?
—Axel, el Cerdo, encantado.
—No sé ni qué día es hoy…
—¿Qué importancia tiene que sea septiembre o lunes?
—Por favor, Axel, guiarme por el calendario me tranquiliza y no me interesa polemizar sobre el tema.
—Linda, el calendario es solo una opinión.
—Una opinión con la que coincido y coincide todo el mundo civilizado.
¿Dónde dejé mi ropa?
—¿Te vas? ¿Las convenciones del mundo civilizado te reclaman?
—Volveré mañana.
—No me hables del futuro.
—¿El futuro?
—Sí, ya sabés, cuando esté mirando la vida desde la ventana de un geriátrico.
—Dije «mañana», no el siglo que viene.
—No hay diferencia, para mí, todo lo que no es ahora, no existe.
Axel y Linda Morris
—¿Qué hiciste durante mi ausencia?
—Inauguré un museo de cadáveres.
—Comprendo. ¿Cadáveres desconocidos?
—No. Solo cadáveres de amigos. Expuse en público mis penúltimas desilusiones y convoqué una asamblea de sufridores ocasionales.
—¿Para no sentirte solo?
—Sí, y también me hice pintor. Pinté una acuarela con vino rojo.
—¿Cómo anduviste de salud?
—Me hice cuatro autopsias parciales: de recuerdos, de planes, de corazón, de pija.
—¿Comiste?
—Sobrevolé como un cuervo hambriento hectáreas de locura.
—¿Te drogaste mucho?
—Sorprendí la imperceptible vibración de una monja que intentaba fugarse.
Presencié un desfile de lujosos carruajes con enfermos mentales, vi pasar esqueletos con trajes de lentejuelas envenenadas, escuché música de carbonizados dirigidos por una corista epiléptica que se electrocutaba sobre un caballo de neón.
—¿Me extrañaste?
—Conocí el golpe incesante de tu recuerdo contra la escollera de mis huesos. Y supe que el adiós es cortante como la aleta de un tiburón en la superficie del silencio.
—Efectivamente, te drogaste mucho.
Bombón —poeta y puta— (diario)
Un ataúd de cristal y yo vestida de novia. Y que me maquillen.
Axel y Linda Morris
—¿Subís o no?
—No me gusta viajar en un auto conducido por una mujer.
—¿No creés que sepa manejar?
—No es eso. Me hace sentir como un marica.
—¿Un tipo como vos tiene prejuicios?
—Sí. Sólidos prejuicios.
—Conducí vos.
—¿Adónde vamos?
—A verlo a mi padre.
—¿No conocés algún sitio más interesante?
—Vamos a sacarle dinero.
—¿Por dónde agarro?
—Por la autopista.
—¡Qué bueno es este auto!
—Es el mejor. Costó doscientos mil dólares.
—Parece que tu viejo tiene mucha pasta.
—Esa fábrica blanca es de él.
—¡Guau! ¿Por dónde está la entrada?
—No está ahí. Está en otra, más adelante. Esa gris también es de él.
—¿Cuántas tiene?
—No sé. Esa del tanque como un cilindro también es de él.
—¿Qué fabrican?
—Desde hamburguesas hasta misiles.
—¿Y ésa?
—Esa es mía. Me la regaló cuando cumplí ocho años. Yo quería una bicicleta y él se apareció con las acciones de esa empresa. Fue muy decepcionante.
—Me imagino el sufrimiento.
—No te imaginás nada. Si una chica quiere una bicicleta y los padres no se la compran, ya sea porque son pobres y no les alcanza el dinero o porque son ricos y no les alcanza el cerebro, la decepción es la misma.
—No es la misma, pero para qué discutir.
—Axel, si no coincido para nada con vos, ¿por qué estás conmigo?
—Por el placer de manejar este auto y porque tenés mucha plata.
—Hasta hoy no lo sabías.
—Los cerdos tenemos muy buen olfato.
—¿Y si te digo que te bajes del auto?
—¿Querés que me baje?
—No. Tomá por ese camino. Es allá.
—¿Esa? No tiene ningún cartel.
—Hacé señas con los faros para que sepan que está todo bien.
—¿Está todo bien?
—Sí, a menos que quieras que te vuelen la cabeza por intentar tomar vos solo una fábrica de armamento pesado.
Axel y Linda Morris
—¿Por qué caminás inclinado?
—Se me desprendió un taco del zapato.
—¿Dónde comprás los zapatos?
—El derecho lo encontré en un container y el izquierdo me lo regaló un amigo, son bastante parecidos, ¿verdad?
—Si te casaras conmigo serías inmensamente rico y por ende inmensamente feliz.
—¡Entonces era cierto! El dinero hace la felicidad.
—Quizá no, pero hace que la infelicidad sea mucho más cómoda.
—Prefiero mi incómoda felicidad.
—Insisto en que podría hacerte mucho más feliz de lo que sos.
—Nena, me parece que te sobrestimás o que me subestimás.
—Acordate de que bastaría un silbido tuyo para llevarme al altar.
—No sé silbar.
Bombón —poeta y puta— (diario)
La Malco encuentra misterio en el sexo mal satisfecho. Esa posesión incompleta la retiene y la lleva a perseguir hombres que no tienen ningún interés en ella. Cuando se enfrenta a la indiferencia de algún amante, viene a casa y llora. En esas ocasiones nunca la dejo a solas: tengo miedo de que abra las llaves del gas. A veces, para mí, ser testigo de su sufrimiento es un consuelo. Ni siquiera las mujeres son felices. ¿Hay algo más triste que un consuelo?
Señales de tránsito
Reuní un congreso de hormigas putas para que masticaran las hojas de tu recuerdo. Te borré de las paredes, del techo, del aire. Dediqué días y noches a borrarte. Lijé maderas, sombras y sábanas. Borré tu culo de las sillas. Hice un trabajo de borradería tan bueno que, si algún día volvés, cuando trates de hablar, verás que tenés borradas la lengua y las palabras.
Axel y Linda Morris
—¿Hace mucho que me esperabas?
—Pasó un chico con una soga, pasó una soga y después pasó una vaca. Pasaron dos curas sospechosos de homosexualidad…
—¿Por qué eran sospechosos de homosexualidad?
—Porque uno me miró el bulto y después lo codeó al otro. Pasó una vieja que no podía cruzar la calle porque el semáforo no permanece cuatro horas y media en la luz verde, pasó un policía de civil…
—¿Si estaba de civil cómo sabés que era un policía?
—Al pasar dejó olor a neuronas en estado de descomposición. Después pasaron mil años y un tren…
—¡Y llegué yo!
—Eso fue mucho después. Antes pasó una guerra y murieron niños, alguien inventó una nueva religión y de la carpa de un circo se escapó un elefante en celo. Y entonces… Hola, Plástico.
—Hola Axel, ¿cómo estás?
—Tocáme la bragueta y vas a saberlo.
Señales de tránsito
El único virus mortal es el aburrimiento y el único delito es la crueldad deliberada.
Axel y Linda Morris
—Los chicos nos respetaban demasiado o nos odiaban.
—¿Y a vos te odiaban o te respetaban demasiado?
—A mí me buscaban. Jugaban conmigo para tocarme.
—¿Por qué?
—No sé. Nunca pude explicármelo.
—¿Te dejabas tocar?
—Sí. Creo que era una ingenua. No sabía sí eso estaba bien o estaba mal.
—¿Ahora lo sabés?
—No.
—¿Te interesa que te dé mi opinión?
—No.
—¿Qué sentías cuando te tocaban?
—Cosquillas… Miedo… No sé.
—¿Dónde te tocaban?
—En todo el cuerpo.
—Quise decir si en tu casa o en la calle.
—En mi jardín había un laberinto de ligustros. Los chicos me encerraban y me agarraban como pulpos desesperados.
—¿Todos a la vez?
—Sí.
—¿Cuántos eran?
—Seis o siete.
—¿Te gustaban?
—No. Había uno que sí. Yo le pedí que viniera solo, pero él insistía en que me dejara tocar por sus amigos.
—Era solidario. ¿Y te besaban?
—No mucho. Eso no les interesaba.
—¿Al que te gustaba tampoco?
—A él lo besaba yo. Abríamos la boca y mezclábamos las lenguas.
—¿Él te enseñó eso?
—No. Supongo que besarnos con la boca cerrada nos habrá resultado aburrido y abrimos los labios.
—¿Cuánto duró esa historia?
—Poco tiempo. Súbitamente me dio un ataque de santidad, y dejé de responder al llamado de los ligustros.
—¿Ellos se resignaron?
—Al principio los defraudé, después se olvidaron de mí.
—¿Y el que te gustaba…?
—Me dejó de gustar.
Señales de tránsito
Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado. Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar.
Que alguien golpee a tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que te sonría. Que te diga si podés ir a comprar cigarrillos, para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estás vestido, compres cigarrillos para ellos.
Y que vayas, que la quieras tanto.
Que llueva. Que corras por la calle hasta el quiosco a comprarles cigarrillos. Y que llueva mucho.
Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches los sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a tu puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te agradezca por haber ido con esa lluvia. Que te pregunte cómo estás. Y que le respondas que estás bien. Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así… para que me entiendas.
Axel y Linda Morris
—Cabalgá vos, Linda, porque yo estoy cansado.
—¿Qué me pedís que haga?
—Lo que quieras, pero hacelo todo vos, paráme la pija, hacé con ella lo que quieras, te la presto.
—Solo quiero amar.
—Entonces amáme la pija, amála, tratála como a una fiera a la que vas a domar y después metétela donde quieras, hoy estoy para mirar el techo y gozar. Si te gusta la pija, te la presto. Y si no, volvé a tu casa.
—¿Vos que vas a hacer?
—Si tengo fuerzas, me haré una paja antes de dormir.
—Estás loco.
—Y eso es lo que te gusta de mí.
—Cuando jalás demasiada cocaína me pedís cosas raras.
—Solo te pido que me ames.
—Pero el amor no es así.
—¿Y quién sabe de qué forma es el amor? ¿el cine? ¿las telenovelas? ¿Dónde está dicho que el amor no es así?
—En los libros.
—No en los que escribo yo.