Bin Laden, desde el más allá
Osama bin Laden. EFE.

Entrevista

Bin Laden, desde el más allá

Nuestro médium buscó algún muerto famoso que hubiera fallecido entre enero y febrero, pero todos estaban todos de vacaciones. Entonces se fue a buscar a Bin Laden.

Escrito por José A. Pérez
Ilustrado por Matías Tolsà

—¿Señor Bin Laden?

Ruido indescriptible procedente del más allá o quizá del piso de arriba. Desde que ese tío se divorció no para de hacer ruidos extraños por la noche. Creo que bebe. A veces se lía a golpes contra los muebles. Una vez llamé a la policía y al día siguiente me llamó mamarracho en el ascensor.

Otro ruido. Definitivamente no es arriba. Es el inconfundible sonido del éter.

—Señor Bin Laden, ¿está con nosotros?

—¿A ver?

—¿Sí, me oye?

—Alto y claro.

—¿Es usted Bin Laden?

—Sí, ¿quién es?

—Me llamo José Antonio Pérez. Soy un periodista español. Quería saber si es posible entrevistarle para una revista.

—¿Qué revista?

—Orsai.

—No la conozco. ¿Es un fanzine?

—No, no, es una revista, lo que pasa es que… Eh… Bueno, se distribuye principalmente por suscripción anual.

—Apasionante. ¿Va a ser así toda la entrevista?

—No, eh… Lo primero que me gustaría saber es dónde está usted exactamente.

—Pues mira, no te lo vas a creer, pero resulta que los católicos tienen razón.

—¿Sí? ¿Está usted en el infierno?

—No. ¿Cómo? No, no. Estoy en el cielo.

—¿En el…? Pero… O sea, que no le siente mal, pero usted es el responsable de miles de muertes.

—Eso es así.

—Pero entonces… ¿Cómo…? ¿Cómo ha llegado usted al cielo?

—¿Tú crees que yo soy idiota?

—No, yo…

—¡¿Tú crees que uno llega a ser el más buscado de la tierra siendo idiota?!

—No.

—No, exacto. No soy idiota. Pasé toda mi vida pensando en términos estratégicos. Hasta el último segundo. ¿Y sabes lo que hice el último segundo?

—No.

—¡Pedir perdón! ¡Ja! Qué puta genialidad, ¿eh? Le pedí perdón a todos los dioses por si acaso. ¡Estrategia, muchacho!

—Y bueno… ¿Cómo se sintió cuando descubrió que los católicos tienen razón?

—Hombre, como sabrás, yo era más de Alá. Pero una vez que estás aquí, ¿qué vas a hacer? Yo fui donde Dios y le dije: mira, yo creía en otra deidad, soy imperfecto, culpa tuya, haberme hecho bien.

—¿Y qué le dijo?

—Ni idea. A Dios no se le entiende.

—Ya. Supongo que es algo así como luz, ¿no?

—No, no, qué coño va a ser luz. Lo que pasa es que no vocaliza.

—¿Cómo?

—Que Dios no vocaliza. Habla como si tuviese algo en la boca, es una cosa muy incómoda, porque se te pone delante y te empieza a farfullar y tú asintiéndole a Dios como un imbécil sin saber lo que dice. Muy incómodo. En marzo estuve con Jesucristo y le digo: ¿tu padre, qué? Y me dice, qué de qué. Digo, coño, que no vocaliza, que no se le entiende. Y me contó (esto no lo publiques) que cuando estaba en la cruz, Dios le hablaba pero no le entendía nada. Me dice: es que no sabía si me decía que me bajara de la cruz o que aguantara colgado, fue muy angustioso. Encima, claro, Jesucristo no te creas tú que es muy espabilado. Es buen chaval, pero es un poco tonto, yo creo que le falta un hervor. Total, que cuando ya vino al cielo, después de morir, resucitar y todo eso, se enteró de que Dios le estaba diciendo: lanza rayos por los ojos y mátalos a todos. Pero claro, tarde.

—Ajá. Y dígame, ¿qué tal le tratan por ahí?

—Pues mira, al principio hubo un poco de hostilidad, sobre todo con las almas que estaban en las torres, claro. Pero, ¿qué vas a hacer, estar con rencillas toda la eternidad? Na, pues te das la mano y tiras para alante. Que siempre hay un poquito de resquemor, ¿eh?, no te vayas a creer que en el cielo todo es buen rollo.

—Cambiando de tema, ¿realmente le tiraron las fuerzas aéreas norteamericanas al océano?

—¿Eso dijeron?

—Sí.

—La madre que los parió… Pues mira, la verdad es que me morí de un cólico nefrítico crónico a finales de 2004.

—¿Qué?

—Como lo oyes. Qué muerte más jodida, tú. No se la deseo a nadie en el mundo.

—Pero entonces… ¿a quién mató el ejército de los Estados Unidos en 2010?

—¿Y cómo coño quieres que lo sepa? Yo me tiré todo 2010 discutiendo con Adolf Eichmann.

—¿Adolf Eichmann también está en el cielo?

—Sí. Es el responsable de los desplazamientos. Piensa que aquí hay almas desde el principio de la Humanidad, en hora punta no hay Dios que se mueva. Eichmann es muy cansino. Pero muy cansino, ¿eh?, igual es el tío más pesado que he conocido yo en mi vida. Pero las cosas como son: organizado como él solo.

—Y, oiga, no se ofenda, pero… ¿Se arrepiente sinceramente de lo que hizo?

—Pues mira, sé que mucha gente no me creerá, pero la verdad es que sí que me arrepiento de muchas de las cosas que hice.

—¿Por ejemplo?

—De no haber aprovechado mejor el entrenamiento que me dio la CIA. Yo era joven, y un poco pasota, ya sabes cómo son los chavales a esa edad. Le daba mucho al porro. Pero luego te haces mayor, te toca planificar el atentado más grande jamás cometido, y piensas: tendría que haberle hecho más caso a la CIA.

—Eso que dice es un poco… paradójico.

—No veo por qué.

—Hombre, porque le entrenó el mismo país que usted juró destruir, y claro…

—Ya estamos con lo de siempre. Estás cayendo en el prejuicio cognitivo.

—¿Sí?

—Hombre, totalmente. Yo solo hacía lo que me pedían. La CIA me daba dinero para dinamizar los mercados y yo lo gestionaba como buenamente podía.

—¿Dinamizar los mercados?

—Irak y Afganistán, tres billones de dólares directamente de los bolsillos de los contribuyentes a empresas privadas. Tirar las torres gemelas fue la operación inmobiliaria más rentable de la historia. ¿Y alguien me lo ha reconocido? ¿Tú has visto que a mí me hayan dado un Premio Nobel o algo? ¡Venga, no me jodas, si hasta Kissinger tiene un Nobel y ha matado a muchísima más gente que yo!

—¿Me…? ¿Me está diciendo que el

11-S fue una operación financiera? —Nosotros lo llamábamos EDM, Elemento Dinamizador del Mercado. Fue una idea de Noam Chomsky.

—¡¿Noam Chomsky estaba en el ajo?! —¿Pero de dónde coño sales tú? ¡Por supuesto que Chomsky estaba en el ajo, Chomsky está en todos los ajos! Se las sabe todas. Por un lado va diciendo que es socialista y por otro invierte en la FOX. Una vez me invitó a cenar en su casa, y allí estuvimos Rupert Murdoch, Bill Gates y yo. Nos intentó convencer de que tirásemos los servidores de Google, pero nadie lo veía claro, más que nada porque todos teníamos Gmail y la verdad es que es un servicio cojonudo.

—Pero entonces Al Qaeda…

—Mira, Al Qaeda se lo inventó Clinton para blanquear dinero. A finales de los noventa yo estaba tranquilamente en casa terminando mi primera novela, una fábula protagonizada por un oso panda, cuando me llamaron de la Casa Blanca. Me pusieron avión y todo, en ese sentido nunca he tenido ninguna queja. El caso es que fui para allá, me cogió Clinton, y me dijo: ¿eres autónomo? Y yo: no. Me dijo: pues te haces autónomo. Y yo: ¿para qué? Y me dice que desde que cayó el muro de Berlín llevan dándole vueltas a una cosa y que ya la tienen lista y que quieren que me encargue yo. Era Al Qaeda, claro. Digo: pero, hombre, esto es muchísimo trabajo. ¡Y tanto que lo fue! Había mañanas que me levantaba cansado. ¿Usted sabe lo que es dirigir un grupo terrorista internacional con células en todo el mundo? Al final acabas viviendo para trabajar, en vez de trabajar para vivir. Yo recibía tantos mails al día que Blackberry se inventó una tarifa para mí solo.

—¿Me está diciendo que usted trabajaba para el gobierno norteamericano?

—¡Todo el mundo trabaja para el gobierno norteamericano! Pero sí, yo cobraba directamente de ellos. Que en ese sentido ninguna queja, ¿eh? Pagaban horas, fines de semana y todo, pero al final te preguntas si merece la pena. Yo me cogí una baja por depresión, no te digo más. En 2002 fue. Llega un momento en la vida de todo yihadista que dice: o paro o exploto.

—Señor Bin Laden, muchas gracias por atenderme, ha sido muy amable.

—De nada, hombre. Gracias a usted por acordarse de mí. Vaya con Dios. La conexión se interrumpe, las luces parpadean y el vecino de arriba vuelve a golpear un mueble. Desde que se divorció no es el mismo. Me pregunto qué haré yo si algún día me falta Carmen.

Escrito por José A. Pérez
Ilustrado por Matías Tolsà

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