La lengua de Chifu
El escritor chino Liao Yiwu. WIKIPEDIA.ORG

Relato de ficción

La lengua de Chifu

La historia que trae bajo el brazo Liao Yiwu en el número doce no es para estómagos frágiles. Desde ya mismo aviso que muchos lectores no querrán terminar el texto. Vamos a comer fetos.

Escrito por Liao Yiwu
Ilustrado por Matías Tolsà

Chifu es un tipo de nariz respingada y boca grande. Su lengua ha pasado por grandes experiencias e incluso cuenta con un gran número de seguidores. «Esta es una época en que la gente solo piensa en comer —me decía—, además de comer, hay que volver a comer». Yo también soy uno de sus seguidores, fue así como comenzamos a tener puntos de vista y objetivos en común. El dos de enero de 1999, estando en cierta casa de té a punto de demolerse en la zona de la Puerta Occidental en Chengdu, el viento soplaba de extremo a extremo del local. Sentados alrededor de la mesa de mahjong, conversaba con Chifu sobre comida; sin embargo, a medida que avanzaba la conversación me iba desanimando. Chifu sí que es un hombre de mucho mundo y con una experiencia que rebasa todo límite, tanto que aunque me esforzara toda una vida jamás lograría alcanzar el nivel al que él ha llegado. Para él todo es comestible. Cuando estaba organizando este texto realmente me entró el deseo de atravesarle la boca con un alfiler a ese Chifu, ¡pecador!

LIAO YIWU: ¿Qué delicias te has comido recientemente Chifu?

CHIFU: Nada en especial, ando como dijo el caballero Liang Shan en A la orilla del agua: «Con la boca tan vacía que me podría salir un nido».

LIAO: Nadie te lo va a creer, con esos ojos radiantes, tu voz imponente, y esa cabeza pelona y brillante. ¡Pero mira, hasta tus patillas blancas se pusieron negras! Solo porque aún no llegas a los cincuenta años no puedo decir que «de la vejez volviste a la niñez», pero a ver, dime la verdad, ¿qué tónico estás tomando?

CHIFU: ¿Acaso ya sabes leer el rostro?

LIAO: Hace un tiempo vi la película taiwanesa llamada Comer, beber, amar y luego releí la vieja novela de Lu Wenfu El gourmet, me parece que en lugar de ponerse a comer como él es mejor ver a los demás mientras comen, para tratar de aprender a descifrar el rostro de la comida, ¿de qué te ríes?

CHIFU: No me río, solo estoy haciendo muecas. ¿Acaso puedes comerte las películas y las novelas? Ver no sirve de nada, solo embarrando la lengua conoces la frescura.

LIAO: Sí que te has vuelto más rudo que antes.

CHIFU: Pero claro, es que cada vez como carne humana con más frecuencia.

LIAO: ¿Carne humana? Así que hasta homicida eres. Mira Chifu ya tienes cierta edad, no estás para decir ese tipo de cosas. No te he ofendido.

CHIFU: ¡Para nada! Es más bien porque veo que eres un buen hombre que me atrevo a decírtelo. Si en estos días te sientes de mal humor y quieres buscar alguna motivación, yo te puedo llevar.

LIAO: No pareces estar loco.

CHIFU: Loco estarás tú. Acércate un poco que en esta casa de té hay mucha gente y las paredes oyen. Basta que alguien vaya con el chisme y esto va a acabar convirtiéndose en una película de terror. Toma mi tarjeta, date un tiempo y ve a darte una vuelta; sigues el camino recto por la orilla del río Fujiang, allí verás un gran número de puestos de comida que venden «pez cacho del río Qiuxi». En cierto punto encontrarás detenido un carrito, por ahí te bajas del coche como te indique tu sexto sentido. En la noche verás a unas cuantas personas paseando por el terraplén, ve en esa dirección unas ocho calles, hay un jardín de bambúes y al entrar vas a toparte con unos edificios donde se ve mucho desorden, ahí hay servicio completo: comida, bebida, barajas, mahjong, karaoke, se puede consumir todo un día a doce yuanes por persona.

LIAO: El «agroturismo» que hay por todas partes en la periferia de Chengdu, ¿y para qué iría tan lejos?

CHIFU: ¡Pues a comer carne humana! Cuando encuentres a Zhang el gordo, el dueño, dile que quieres probar borrego, él te entenderá. Da igual si le das o no la tarjeta, en cuanto vea tu apariencia de fatiga como si volvieras de un largo viaje sabrá que andas buscando aquello. Ese detestable lugar es de lo más tranquilo en el día, pero por las noches está a reventar, no sé de dónde salen tantos clientes. Zhang el gordo es un cocinero con un talento único por kilómetros a la redonda, además de su famoso plato de creación original, es capaz de cocinar cualquier cosa en la olla, cualquier ser que vuele por los aires, corra por el suelo, nade en el agua o que crezca en la tierra. Presiento que le pone opio a sus platos porque hasta las más insignificantes hojitas le salen buenas. A veces vende toda la comida y queda algún cliente insatisfecho que se mete a husmear en la cocina olfateando todo como perro de caza. A Zhang el gordo no le queda otra que golpear el bote de los desperdicios gritando: «¡oye solo queda esto para alimentar a los cerdos, la comida para las personas ya se acabó!». Frecuentemente bromeo diciendo: «Cuando haya ganado suficiente dinero me voy a mudar a la casa de Zhang el gordo a pasar mi vejez, así todos los días podré comer esa carne del Bonzo Tang y así vivir hasta los ciento veinte años». 

LIAO: Si tan glotones se ponen de seguro no es normal. El año pasado El Diario de Sichuan sacó a la luz «la verdad sobre los desperdicios de agua y aceite», y causó indignación entre los ciudadanos de Chengdu, porque en la foto se apreciaban unos botes de la altura de una persona rebosantes de moscas, los botes contenían los desperdicios líquidos que los traficantes de basura habían recolectado en cada restaurante de Chengdu. Luego de hervir lo recolectado separaban la capa de grasa que se acumulaba en la superficie de esta sopa de saliva del pueblo para luego revenderla a todos los puestos de brochetas esparcidos por calles y callejones. Así que la nueva corriente de esta generación de alimentos inducida por lo sabroso y barato no es otra cosa que los desperdicios de comida reciclados varias veces. Si se usaran para alimentar a los cerdos no serían tan útiles, ¡pero las personas sí que saborean brocheta tras brocheta con gran placer!

Después del reportaje sobre los desperdicios de aceite se fueron destapando las madrigueras de una en una, el negocio de las brochetas cayó en la ruina por dos meses. Sin embargo, conforme el clima cambiaba, las ventas también fueron mejorando a gran velocidad, al día de hoy las brochetas ya son un éxito rotundo en todo Chengdu. Es increíble, la gente no le teme a los desperdicios de aceite, su inmunidad para eliminar toxinas se desarrolla por naturaleza. Es imposible envenenar a la gente. Me atrevo a asegurar que a este desperdicio de aceite le ponen alguna droga que va directo al gusto, haciendo a todos adictos.

CHIFU: Pues al hotpot le ponen cápsula de amapola, incluso la oficina de Industria y Comercio, que hace revisiones durante las cuatro estaciones del año, nunca ha podido frenarlo. La cápsula de amapola es la materia prima para producir opio, en cuanto se le agrega, la olla emana una fragancia única. Basta con comerlo un par de veces para volverse adicto. Finalmente terminas volviéndote cliente permanente del local.

LIAO: El lugar que dices seguramente es una fuente de drogas.

CHIFU: Todos los lugares concurridos son fuentes de drogas, como se dice comúnmente: «hay que comer con excitación».

LIAO: ¿También vender carne humana con excitación?

CHIFU: Pues de vez en cuando los policías también van a comerla.

LIAO: ¿No me estarás inventando una nueva A la orilla del río? ¿Cuánto cuesta la orden de bollos de carne?

CHIFU: ¿Cómo supones que es una orden? Son del tamaño de la palma de una mano. Se limpia bien la carne de todo rastro de sangre y se mete al refrigerador para desinfectarla (a baja temperatura). De hecho es más sabrosa sin desinfectar, pero las mujeres de ahora tienen todo tipo de enfermedades complejas así que es más seguro desinfectarla y de paso se elimina un poco el olor a sangre. Después se hierve a fuego lento en una olla de barro con un poco de jengibre. Si se trata de un pequeño feto a lo mucho se hierve por dos horas y queda listo porque todavía hay que estofarlo hasta que quede una sopa brillante como la nieve, luego hay que ponerle un poco de «ginseng». Claro que el supuesto «ginseng» es la patata dulce que asemeja una planta de pie, las de las afueras de Chengdu son grandes y tienen buena consistencia, incluso les sale la forma de dedo pulgar. Es una raíz muy buena para grabar en ella, tanto que cuando los vendedores de medicamentos falsos te ofrecen el «ginseng de los mil años de la montaña blanca» en realidad se trata de esta patata grabada. Hay dos tipos: el macho y la hembra, si usas ambas queda perfecto, pero bueno ya me fui por la tangente. Este tipo de sopa de por sí ya es un fuerte suplemento, si además le pones ginseng sería demasiado para el cuerpo, así que solo se le puede poner la patata dulce para que la sopa espese más. Se trae a la mesa, se enciende el hotpot y se le puede agregar tiras de panza, pollo rallado, tallarines de arroz transparente y también raíz de loto. Incluso hay otra manera de cocinar la sopa para que quede más sabrosa: primero se despellejan unos ratones, se lavan bien y se estofan con aquello. Zhang el gordo cría varios ratones blancos en jaulas, parece todo un científico, pero nada más de ver qué les da de comer me da no sé qué: les da puro desperdicio podrido. Para ordenarlos hay que pedir ratones de los buenos y a buen precio, le pides a Zhang el gordo que mande algunos campesinos a buscar de entre las ratoneras y en un día seguro se pueden atrapar de diez a veinte grandes. Los despellejas y los juntas. Mira, nada más al verlos te das cuenta que son idénticos a un feto, a veces la carne humana se desbarata al estofarla antes que la de ratón, pero sus patas asemejan manitas y pies aún sin forma…

LIAO: ¿Estás seguro que no tienes ningún problema psicológico? ¿Ese feto no es acaso un cadáver?

CHIFU: La primera vez que lo comí de verdad que no sabía qué era, un amigo me llevó, nos sirvieron una sopa bien espesa tan blanca que deslumbraba la vista. Con solo probar la primera cucharada la sentí tan sabrosa que todo mi cuerpo se sintió como una lengua que se extendía y se cerraba para lamer. Mi amigo me preguntó: «¿Qué te parece?» yo estaba estupefacto. Aprovechándose de mi estupefacción mi amigo sacó rápidamente el contrato de donación para la protección del medio ambiente en el río Madre y me pidió firmarlo. Con mi mente en blanco lo firmé, el costo de esta delicia asciende a los cincuenta mil yuanes.

Solo con comerlo dos veces me hice algo adicto. Yo, que he atravesado de Sur a Norte por negocios, y he probado todo tipo de delicatessen, jamás me hubiera imaginado que lo más suave, lo más sabroso y de más alto nivel fuera la carne humana. Las tribus primitivas de África siempre han tenido la costumbre de comer carne humana. Bokassa, un antiguo emperador de África Central, incluso ofrecía carne de africanos haciéndola pasar por carne de oso cuando daba recepciones a huéspedes extranjeros. El registro más famoso de canibalismo en China se remonta a cuando el rey Zhou de la dinastía Shang retó al rey Wen de la dinastía Zhou, a quien encerró en una celda por tres años. Zhou, para descubrir sus intentos de conspiración, asesinó a su hijo Yi Bokao y picó su carne finamente, cocinándola en una gacha de arroz para después ofrecérsela. El rey Wen sabía que se trataba de la carne de su propio hijo y aun así se lo devoró exclamando «sabroso» y acabó lamiendo el tazón hasta que quedara limpio. A decir verdad, en aquel entonces cuando leíamos estas historias de canibalismo sentíamos que se nos ponía la piel de gallina. Hay demasiadas descripciones similares a esta en los libros antiguos de China, todo el mundo sabe de los bollos de carne humana que vendía Sun Erniang en A la orilla del río y de cómo hasta Wusong casi muere, así como cada detalle de cómo Likui despedaza a Shi Wengong para luego sacarle el corazón, rebanarlo y curtirlo en alcohol.

También, son interminables las historias de canibalismo durante los tres años de la gran hambruna en China. Si se daba a luz un bebe al que no podían dar sustento se lo comía toda la familia, bastaba con que en una aldea se comenzara con la costumbre para seguir haciéndolo, los campesinos pobres y de clase media baja se comían a los terratenientes o a los campesinos ricos, pero como la carne vieja era muy dura comenzaron a comerse a los hijos de estos. En aquel entonces la gente deliraba por el hambre tanto que ya ni saboreaban. Oye Liao mira, en todo, lo más difícil es romper el ayuno, hasta un monje que rompe su ayuno podría comer más que tú. Si se llegara a romper el ayuno de carne humana, seguro habría una gran cantidad de mujeres que se dedicarían a tener bebes para proveer a todo tipo de restaurantes. 

LIAO: ¿Tú ya rompiste el ayuno?

CHIFU: Pues hay una diferencia entre un bebe que nació y el que no.

LIAO: ¿Y a qué te sabe la sopa de feto?

CHIFU: Anteriormente había comido placenta, de hecho el sabor del feto y el de la placenta es el mismo. Zhang el gordo es un buen cocinero y tiene su receta secreta para hacer esta sopa. Él logra quitarle todo sabor extraño. En un principio ni me atrevía a mirar dentro de la cocina, me concentraba en comerme la sopa abstraído. Luego vino una temporada baja y la mercancía comenzó a escasear, se volvió cada vez más cara. Daban más de las diez y los encargados de ir a buscar la mercancía no volvían, todo el mundo se quedaba esperando con ansiedad. Los cincuenta gramos estaban a sesenta yuanes, y en caso de encontrar mercancía pequeña a lo mucho era de ciento cincuenta gramos, que daba un total de ciento ochenta yuanes. Los ratones están a diez yuanes cada uno, estos sí no están caros. Así en una sentada entre tres o cuatro personas consumíamos tranquilamente entre cuatrocientos y quinientos yuanes. Claro si corríamos con suerte podíamos encontrar de los grandes, de esos que hasta después de seis meses se le ocurría abortar a alguna tonta. En un abrir las piernas a alaridos, el doctor, a punta de pinzas, le saca un peso de encima: las orejas, nariz, boca, todo completo, ya tiene hasta uñas en los dedos de las manos y los pies. Este tipo de mercancía mínimo es de medio kilo a un kilo y a veces si se descuidan y abortan en el último momento incluso puede llegar a ser de kilo y medio a dos kilos. Así de grande una olla no es suficiente, así que se tiene que dividir en dos o tres ollas. Por más que no quiera ver tengo que revisar la báscula a la hora de pesarlo porque una diferencia mínima de peso como la de un grano de arroz equivale a varios yuanes. A la hora de dividir la carne también hay que hacerlo con cuidado, en caso de encontrar de los grandes todos quieren las nalgas y los muslos, sin embargo la cabeza es lo más grande. En algunos casos es la mitad del tamaño del cuerpo o bien una tercera parte. Basta con que Zhang le rasure el cabello, lo limpie y lo corte. Finalmente no importa donde hay más o menos carne, se separa todo por igual y a la olla.

LIAO: ¿Y a esto le llamas delicatessen? Solo de escucharte me da asco.

CHIFU: Oír y ver son dos cosas distintas. Lo verdaderamente más cruel es la costumbre en Guangxi de comer cerebro de mono, en cuanto entras al restaurante el mesero te lleva a ver la jaula de monos para que selecciones al que quieras. Imagínate, los monos que son tan inteligentes, en seguida presienten lo que viene. Un grupo de más de diez seres casi humanos pelando sus ojos redondos, escondiéndose en pánico. Tratando de ocultarse tras los demás, empujando a sus iguales hacia adelante. Incluso hay unos más inteligentes que empujan a los demás como recomendándolos a los humanos… Una escena tan cruel, ¿quién, además del verdugo que frecuentemente los sacrifica, sería capaz de aguantar una escena similar? Yo no puedo, si lo viera tal vez me sentiría como ahora te sientes tú, muy incómodo. Tantos años de educación y civilización son retados por un mono. Sin embargo, la cabeza de mono sí que es riquísima. Para cuando el mono ya ha sido atado como un tamal, con un pedazo de madera en la boca y colocado en el centro de la mesa cubierta por todas partes con una tela negra, con el cabeza ya rapada y al descubierto, ya no se percibe ningún movimiento. Luego se le abre el cráneo con un cuchillo, ventilando su cerebro trémulo, que van calentando cucharada a cucharada antes de que te lo puedas llevar a la boca. Tal vez su parpadeo es el único rastro de dolor que queda, pero la sensación en la lengua supera todo (¡y es aún más emocionante cuando te sientes nervioso!). Para el hombre la comida es la necesidad primaria.

LIAO: Desde monos hasta carne humana, tú sí que has probado de todo. ¿Qué otras cosas extrañas has comido? 

CHIFU: Pangolín, trompa de elefante, carne de oso, carne de muntiacus, bagre, salamandra gigante. Ya ni recuerdo cuántos tipos he comido pero en fin, me deberían de cortar la lengua y ofrecerla al pueblo como disculpa porque algunas de las cosas que me he comido están casi en extinción. Una que me como es una menos en existencia. Algunas cosas de hecho ni saben bien, es solo por la novedad que me aguanto y las pruebo. Ya sabes que en esto de los negocios hay que entablar relaciones y además de los centros nocturnos solo queda comer y beber. Lo que comes también es símbolo del nivel social, por ejemplo si invitas a comer a algún director o alguien de más alto rango, no le puedes dar de comer pollo o pescado o pato, ¿no?

LIAO: ¿Ya nada te parece tan bueno como la carne humana verdad?

CHIFU: Las cosas que me comía de pequeño eran las más sabrosas, te podías subir a cualquier árbol a atrapar algún gorrión, lo cubrías con barro y lo horneabas hasta que estuviera bien cocido, luego de sacarlo del horno rompías la capa de barro en el suelo, le quitabas las plumas y listo; he pensado tantas veces en ese sabor y cada vez se me hace agua la boca. Tal cual los he vuelto a cocinar pero ya no es el mismo sabor de antes, tal vez la calidad del barro ha cambiado por tanto fertilizante industrial, hormonas y toda esa basura diaria. En las ciudades chinas ya no hay un solo río que no apeste, el agua subterránea contamina el suelo y ya no es tan fácil encontrar ese barro amarillo de hace veinte años. ¿Has probado el gusano de bambú? Tienes que atrapar más de diez en algún huerto de bambú, después los insertas en palillos de bambú los pones asar y ¡esa sí que es fragancia! No puedes dejar de comerlos. He comido desde gatos, perros, ratones, vamos hasta cuando logro atrapar una gran anguila es un acontecimiento que rememoro luego de muchos años. La vez que con más maldad lo he hecho fue cuando cociné a un gato, ese sí que era un ladrón bien conocido por todos. Ese gato ya estaba aburrido de cazar ratones y prefería robarse la carne ajena, se dice que incluso llegó a robarse una gallina. Aunque su peso era como de unos cinco kilos se movía veloz como un rayo. Él ya era mi enemigo desde hacía algún tiempo por causa de una placenta que había logrado obtener en el hospital comunal. En esas fechas nadie las pedía, yo me la traje y la estofé junto con medio kilo de grasa. Esa noche estuve ocupado cocinándola por más de dos horas y cuando ya estaba casi lista la saqué para rebanarla, pero como estaba muy caliente la puse a enfriar en el balcón. Pensaba cocinarla como la panza de cerdo, cortándola en tiras y estofándola por otra hora, entonces me fui a la cocina para agregar un poco más de leña. Difícil de imaginar que en menos de un minuto desapareció mi placenta, solo pude escuchar un miau, salí corriendo con la olla hirviendo ¡pero ya era demasiado tarde!

Acabé con mi rostro todo negro por el humo y con un pedazo de ropa quemada, afortunadamente no metí las manos a la olla si no aquello hubiera terminado siendo patitas de cerdo. Escuché un ruido en la azotea y salí a ver pero del gato y la placenta no había ningún rastro. Estaba tan enfadado que busqué por todas partes por media noche, todo mareado volví y me atraganté una sopa fría. Juré acabar con este gato a costa de lo que fuera.

Atrapé unos pececillos en el canal y los cocí a fuego lento. Las ollas en la aldea se usan para cocinar la comida tanto de las personas como de los cerdos, por tanto son ollas grandes y profundas. Yo no alimento cerdos pero en esta ocasión día y noche esperaba la oportunidad para alimentar a este gato. Los pececillos se fueron secando con la cocción y se pusieron crujientes, a distancia se percibía el olor a pescado. Tomé un recipiente de madera con un diámetro de un metro y lo sostuve sobre la olla con unos palillos de bambú, a estos les amarré la cuerda de la caña de pescar, y a esta la sostenía yo desde lejos. Por tres días no salí de casa, me la pasé cocinando pececillos y escondiéndome bajo las sabanas con solo los ojos al descubierto, utilicé la alta inteligencia humana para engañar a un gato.

El gato llegó, apareció en el balcón como la vez pasada, con sus diestras patas rodeaba los palillos y se asomaba al interior de la olla. Mi corazón empezó a latir más fuerte, pero él retrocedía y se asomaba, así se la pasó dudoso unos minutos. Saltó de la estufa y dio unas vueltas maullando algunas veces. Afortunadamente no jaló el hilo, luego volvió a saltar sobre la estufa. Cuando se cercioró que no había nadie, poco a poco se fue metiendo dentro de la olla, yo ya estaba empapado en sudor. Cuando el gato entró a la olla solo quedaba su cola afuera. 

Apreté los dientes y jalé el hilo con odio del bueno. Solo se escuchó un ¡pam! y la olla quedó cubierta, después escuché los maullidos del gato. Me lancé corriendo y con todo mi cuerpo tapé el recipiente que cubría al gato. Una vez que me relajé, me senté encima. Jajaja, me reía, ay gato ladrón, gato ladrón, te robaste la placenta de este viejo, ¡pues este viejo te quebrará los huesos!

Estuve sentado sobre la tapa de la olla por una hora, pero el gato seguía debatiéndose con fuerza, no tenía forma de agarrarlo vivo, así que puse el azadón encima para hacer presión y encendí el fuego. El gato forcejeaba tan fuerte que parecían truenos. El sonido de esos maullidos era tan escalofriante que no me pude aguantar las ganas de orinar y me mojé todo sin darme cuenta. Me tomó de dos a tres horas cocer al gato vivo, que apenas pudo mover un poco la tapa; había una apeste a quemado. Cuando pude ver —entre el espeso humo— la cabeza del gato, ya estaba negra como el carbón con sus fieros ojos cocidos. Comencé a echarle agua a cucharadas, el vapor inundaba todo, del gato solo salió un maullido agudo, como vocecita de mujer. ¡Ay! ya era espíritu. Puse otra vez la tapa y le estuve echando agua a cucharadas, el vapor inundaba toda la casa; yo tenía la sensación de que el gato aún se movía así que por las dudas y para mayor seguridad lo empecé a cocer a fuego alto. ¿Por cuánto tiempo lo cocí? Ya no recuerdo, pero cada vez que levantaba la tapa de la olla sin saber por qué motivo comenzaba a cantar: Sopla el viento de oriente, baten los tambores de guerra, en este mundo moderno ¿quién le teme a quién?

Solo canté dos frases con mi mejor voz y de repente me detuve: el gato parecía un submarino que salía a flote de entre el líquido negro, el pecho hacia abajo pero con la panza hacia arriba, con un pedazo abierto de carne del tamaño de un puño. Lo levanté con los palillos, la panza parecía una pelota averiada. En unos cuantos minutos se desinfló y se escuchó puf, luego le salió un líquido similar al óxido.

LIAO: ¡Eres muy atrevido! Increíble.

CHIFU: No seas sarcástico en cuanto a las costumbres sociales, pues ¿quién podría hacer lo que le place?, por mi boquita tengo ánimo para actuar a pesar de los riesgos. Uno de mis seguidores, de repente le cortó la cola a un toro vivo, le causó tal dolor que el animal andaba como loco en la montaña, todos los aldeanos intentaban detenerlo pero nadie se atrevía a acercársele, yo tan solo me comí un gato.

LIAO: ¿Y si el dueño del gato te buscaba?

CHIFU: Aún no era medianoche cuando ya lo tenía en mi panza, ¿qué iba a buscar? ¿un fantasma?

LIAO: ¿Así como lo cocinaste te lo pudiste comer?

CHIFU: Mientras sea carne nada se desperdicia. Claro que es desagradable ver a Garfield hecho un carbón quemado, pero la carne de los muslos y la cola estaba en buena condición, solo bastó con quitarle la piel quemada. Los intestinos y la cabeza las tiré, también el pescuezo y la columna aunque lo dudé un poco, el peso total de más de cinco kilos se redujo a dos o dos kilos y medio después de tirar lo demás. Su tamaño se reduce mucho durante la cocción. Al final, lo que me terminé comiendo fue como kilo y medio de carne. Corté la carne le puse un poco de sal y con tallarines al chile seco quedó listo. Aunque la carne estaba algo dura y con un leve sabor ácido, con dos sorbos de licor de papa lo maticé. Me imagino que la acidez de su carne se debe a que estaba muy alterado, como cuando alguien corre por mucho tiempo y las piernas quedan doloridas.

LIAO: Eres de buen apetito.

CHIFU: Ya son como veinte años y no he tenido ningún problema de estómago o intestinos, oye me la he pasado presumiéndote todo el día y ya me está sonando el estómago. ¡Ay! Nada como los días de antes, vamos, ya ni la carne humana me parece tan fragante como la del gato, porque esa carne es la que gané con gran esfuerzo.

LIAO: ¿No será que lo que has comido no es carne humana?

CHIFU: Cómo se te ocurre.

LIAO: ¿De dónde salen todos esos fetos?

CHIFU: ¿Cuántas mujeres hay en China? Mínimo unos quinientos millones ¿no? Imagínate que cada mujer aborte una vez en su vida, esta riqueza en el pasado se tiraba, en la actualidad aún se desperdicia, pero la placenta vale, todos los doctores se pelean por quedársela, y nadie quiere a los fetos muertos. La esposa de Zhang el gordo, trabaja en el centro de salud. Se sabe bien que en esta época donde la vida sexual está al por mayor, basta con que el costo sea un poco bajo para que las embarazadas prematuras salgan de su aprieto. Los centros de salud y hospitales privados en ciudades y pueblos (sin contar a los médicos ambulantes ni los lugares clandestinos) son más que las estrellas. Tan solo debes apartar la mercancía, ellos saben que una vez que esté lista te llaman y te citan para recogerla. Cuanto más fresca es más cara. En verdad que estás perdido, ¿cómo haces una pregunta tan tonta como esta?

LIAO: Tienes razón, sí que estoy algo bloqueado con mis ideas.

CHIFU: En esta vida si no comes bien, si no vistes bien, la vida no tiene sentido.

LIAO: Pero tengo mi libertad.

CHIFU: Pues no te he visto volar. ¡Eh, Liao! no te la pases tomando té todo el tiempo, vas a acabar dejando tus intestinos blancos.

LIAO: Pues quería invitarte a tomar unos tragos, pero ya no tengo ánimo.

CHIFU: Dos callejones adelante hay una fonda barata, se llama «La res amarilla», de sus platos ya sean al vapor, fritos, asados o estofados los mejores son los que hacen al vapor, vamos por unos más un trago de licor blanco, ese que te baja por el esófago como masajeándote. Vamos para que te pongan en forma. Además voy a darle indicaciones al chef para que nos haga un plato combinando sesos de res con médula y queso de soja, con un poquito de cebolla. En cuanto lo pruebes hasta bizco te vas a poner. La ventaja que tengo es que sé subir y bajar de nivel, me atrevo a probar cosas de diez yuanes y también aprecio los platos de más de diez mil. Antes de morir quisiera ir a probar las delicias de Hong Kong, Japón y Occidente. Por eso tengo que ganar dinero, para complacer mi apetito: bienvenidos sean los yuanes. A la comida japonesa no le agarré mucho sabor, pero con el ambiente del restaurante quedé satisfecho. He oído decir que en Tokio hay una forma de comer el sashimi sobre el cuerpo desnudo de una mujer hermosa, esto le da fuerza a quien lo come. En verdad que para comer no hay límites.

¿Qué te parece? ¿Nos cambiamos de lugar y nos vamos a «La res amarilla» para seguir presumiéndote?

LIAO: Otro día te invito, Chifu.

CHIFU: Tu apariencia de preocupación por tu país y tu gente me hace pensar que nuestra amistad puede ser considerada pura como el cristal.

Escrito por Liao Yiwu
Ilustrado por Matías Tolsà